EROTISMO, PASIONES Y AMOR CONFLICTIVO EN EL POEMARIO GACELAS (2021), DE FERNANDO SALAZAR TORRES Y FERNANDO GALLO [1]
Por: Yordan Arroyo Carvajal[2]
Hace dos años conocí al poeta y crítico mexicano Fernando Salazar Torres. Desde allí, empecé a leer sus publicaciones en espacios literarios y a seguir su destacada labor cultural, enriquecida por medio de su dirección en la Revista Literaria Taller Ígitur. No obstante, hasta hace poco tiempo obtuve el privilegio de tener, de manera virtual, un poemario suyo: Gacelas (2021), bañado por la tradición arábiga-andaluza; pero propiamente, por el poemario Diván del Tamarit (1936), de uno de mis poetas españoles preferidos, Federico García Lorca. En su poemario existen poemas de gacelas, entre ellos “Gacelas del amor imprevisto”.[3]
Dicho libro, publicado en Espolones Editores en México, posee diez poemas e inicia con una cita del poeta persa Hafez de Shiraz “Mis ojos no se han saciado de mirarte. Fuera de ti no conozco ni pena ni deseo”, dedicada, al igual que todo el libro en mención, a la poeta española María Calle Bajo.
Y bien, a manera de paratexto, esta cita referida no es casualidad, pues el título del libro: Gacelas, según la nota crítica del poeta mexicano Maximiliano Cid del Prado, incluida en el mismo libro, deriva del árabe لزغ (Ghazal) [4]. Además, su relación deriva de la casida, forma arábigomusulmana desarrolla en el siglo VI d. C. Esta “[…] fue la forma preferida para cantar al amor o al elogio por las tribus árabes de Mesopotamia. Hija de lo arábigo-persa y de lo islámico-israelí, la casida había ya sido estudiada y normalizada por las Escuelas filológicas de Cufa y Basora que habían recogido la herencia literaria de la Arabia pre-islámica” (p. 22).
Aunque, a pesar de lo anterior, para Cid del Prado no es hasta el periodo Omeya en los siglos VIII y IX, paralelo a la creación del estado islámico de al-Andalus, que esta forma lírica, donde el poeta recuerda bellos momentos vividos junto a su amada, obtuvo su apogeo. Asimismo, como aporte al comentario de Cid del Prado, el significado de gacela en árabe remite a la elegancia y la rapidez que posee este animal para la cacería, y esto, justamente, es uno de los puntos que guiarán nuestra lectura.
Estos mamíferos (las gacelas), normalmente, andan en agrupaciones y están a la retaguardia para protegerse de peligros a los cuales están sometidos en la selva. Conocen el valor de la colectividad y esta colectividad, justamente, es a la que evoca el epígrafe del libro. Existe una filosofía de completitud del ser individual al estar cerca del otro. La compañía le permite al yo lírico sentirse protegido en la selva o bien, desde otra posibilidad de lectura, el tú lírico es la misma selva. Por tanto, no tiene necesidad de salir de ella. Allí dentro lo tiene todo.
Estos códigos expuestos, se piensa, deberían abrir el telón para apreciar una historia de amor y es así, pues al pasar o correr las páginas, encontramos el primer poema titulado “Gacela en la noche del amor”. Si atendemos a las palabras expuestas en el título podemos entender el diálogo erótico envuelto en este poema. La noche en la selva normalmente representa el peligro para las gacelas, aunque, en este caso no es así, pues este momento del día, en esta creación poética, se convierte en el momento perfecto para entregar dos cuerpos, transformados en kilos de carne que no arden en una parrilla (como sucede, normalmente, en una fiesta o ritual), sino en la cama. Existen dos gacelas (yo lírico-tú lírico) entregadas al mundo de los deseos. En este sitio, el fuego de los cuerpos entregados al ritual, le permiten al lector imaginarse el orgasmo de dos animales.
Asimismo, los aconteceres eróticos trascurren por todo el poemario, tal es el caso del poema “Gacela de media noche” en donde la noche sigue siendo invitada ideal para entregar las sombras del deseo a lo dionisiaco. Por esta razón, el yo lírico utiliza el verbo “ir” en imperativo singular (ven) y en presente de indicativo de la primera persona singular (voy), en tres ocasiones; particularmente, durante las tres estrofas que conforman el segundo poema, solicitándole a su amada, acercársele, mientras él también va, con el fin de hacer más pronto el encuentro de los dos animales. Recuérdese que las gacelas están acostumbradas a la velocidad.
Yo lírico y tú lírico esperan llenarse de besos y caricias cargadas de “deseo”, misma palabra integrada en el tercer poema, título “Gacela del deseo”, donde de nuevo, el tiempo del rito sexual sigue siendo la noche. En este caso, el depredador no es un guepardo, como sucede en el mundo real,[5] sino los labios de la amada.
El amor y la entrega en el ritual erótico son parte de la esencia del lenguaje de este tercer poema, junto con el lenguaje cuidadoso utilizado por su autor. Por esta razón, el poemario en mención no solo se consume en la entrega idílica. También, muestra otra parte de las condiciones humanas ineludibles, entre ellas: el abandono y la condena de sentir a alguien cerca solo por medio de la memoria o como sucede en Lorca: el amor conflictivo, tal cual se da en el último poema que da cierre al libro: “Gacela de la memoria”.
En el cuarto verso se dice: “Vano es el consuelo de la memoria” (v. 4). Con tan solo leerlo, como lectores, en la cabeza se reviven las veces que, como humanos, nos ha correspondido recordar las miradas, los besos, las palabras y las caricias de alguien a través de la memoria. Esta parte del cuerpo puede servir, como punto de salvación, para no cometer, a manera de conciencia, errores del pasado o, del otro lado de la moneda, como infierno, tras vivir condenados al recuerdo de acontecimientos atormentadores de por vida, pues estos nos obligan a habitar en la cueva de nuestros dolores y anhelos durante toda la vida.
En este poema, además, la ausencia y la esperanza se convierten en una especie de condena. Incluso, el mismo fuego que se sentía en el encuentro erótico del primero al tercer poema, ahora se siente, pero en el alma de manera inversa, consecuencia de no tener cerca a esa mujer o a esa gacela que tanto se ama. Este poema tiene las posibilidades que tiene el fuego, para marcar un rito de placer o para marcar un rito de sufrimientos provocados por la soledad o las ausencias.
Asimismo, en el cuarto poema, título “Gacela de amor negado”, el yo lírico sufre o se muestra deseoso de tener muy pronto a su gacela en brazos, pues, en este poema, ella no está. Él le pide que se marche para no tener que sufrir más. Existe, tal cual lo dice el título, negación en torno al ars amatoria. El dolor de este mamífero viene intermediado por una especie de soledad. Recuérdese que, a modo verosímil, en el mundo real las gacelas no están acostumbradas a caminar solas.
Lo asfixiaste de la soledad en el poema “Gacela de mal de amores” se convierte en un telar de dudas. Esto explica el uso, seis veces, de la pregunta “¿qué será?”. El yo lírico se pregunta qué será de él y de ese amor, eje temático del libro, cuando no estén juntos. Incluso, a raíz de este tópico amor-erotismo; desamor-sufrimiento, se explica el color de las ilustraciones del poemario: blanco con negro. El blanco y el negro representan la dualidad del mundo bajo la que se encuentran condicionados los seres humanos. No existe un amor, únicamente, lleno de blancura; la negritud, como imaginario de dolor o caos, siempre está presente o ¿acaso no crecemos sufriendo?
También, la dicotomía blanco-negro explican por qué en los poemas de este libro de Fernando Salazar Torres se hace referencia no solo a la noche como espacio perfecto para la entrega o consumación de los cuerpos, sino también al día, tal cual se aprecia en el quinto poema, título “Gacela del medio día”.[6] En él, el encanto de la gacela sobre el lapso de la noche llega hasta el día. Su belleza es tanta que sobrepasa los límites del tiempo y las condiciones de la naturaleza o ¿acaso no es ella, su gacela, la naturaleza misma? Quizás así sea, porque al igual que la madre tierra, nuestros sentimientos se ven condicionados por ella ¿O acaso no se han sentido tristes cuando llueve? Así mismo le sucede a la gacela (yo lírico) en todo el poemario cuando no se ve cerca ni en la posibilidad de tener a su amada.
En fin, el poemario híbrido, mezcla de lo andaluz con lo español, aquí comentado, desnuda a cada uno de sus lectores para hacernos ver que, primero, al igual que las ilustraciones del libro, en temas de amor no puede existir un orden lineal, sino rayas negras y blancas creadas sin la necesidad de un esquema. Quien ama sonríe y disfruta, pero también sufre.
El libro de Fernando Salazar Torres contiene una filosofía erótico-cultural. Nos permite reconocer la gacela que todas las personas llevamos dentro. Asimismo, al igual que las gacelas son presas de los guepardos, los humanos lo somos del amor. Por más rápido que corramos, nunca podremos huir de su ambivalencia y complicaciones. El amor es una sustancia ambigua como los mismos humanos. Unos días nos hace sentir los seres más felices del planeta y otros días, presas absorbidas por la ausencia de un otro femenino que todos necesitamos. Requerimos del Yin Yang, las dos fuerzas del cosmos para sobrevivir y el poemario Gacelas (2021) da muestra consciente de ello al entrar en diálogo con Lorca sin importar que muchas personas lo consideren muerto. Lo que aquí Fernando nos presenta son historias poéticas de amor, con todo lo convulso de este sentimiento, que serán eternas, por lo menos, en el papel. Dejamos por aquí, muestra de dos poemas, el de inicio y el de cierre del libro:
GACELA EN LA NOCHE DEL AMOR
Mi sombra ronda el borde de tu cama
y otra sombra más sombra que la noche
cubre mi boca, pliega tus ijares,
gacela dormida, mis labios saltan
tu jardín de rosa y perfume. Sueño
con tu reino en la noche del amor,
flor húmeda, pies de ágata, jadeo de nube.
Mis dedos te despiertan en tu centro gozoso
y la mar nocturna ardiente, fragosas las manos
arañan tus muslos, porque muerdo tus talones.
El aliento de tu cuerpo me huele la carne.
Me elevan tus caricias procelosas,
gacela, te escalda mi jabalina de fuego,
no te entre el miedo con mi lengua ardiente.
***
GACELA DE LA MEMORIA
Vano es el consuelo de la memoria
que depone el daño de la presencia;
y, sin más, otra amargura persiste.
Duelo de ampararte cerca se aviva.
Vano es el consuelo de la memoria,
frívolo todo el aire de tu ausencia,
que posterga toda desesperanza.
Rígida la espera parece infamia.
No el tiempo grato, es tu voz meritoria,
lejana, la que en recuerdos me angustia
y en tus hombros besar quiero tu aroma.
Vano es el consuelo de la memoria.
Vana es la memoria por el consuelo.
BIBLIOGRAFÍA
Salazar Torres, F y Gallo, F (2021). Ghazhal / Gacelas. Espolones Editores.
NOTAS
[1] La autoría de Fernando Gallo son las ilustraciones. Los poemas son de Fernando Salazar Torres.
[2] Máster en “Textos en la Antigüedad Clásica y su Pervivencia”, de la Universidad de Salamanca y estudiante avanzado de maestría en “Enseñanza del Castellano y Literatura”, de la Universidad de Costa Rica. También, ha cursado estudios en Filología Clásica y en Educación Primaria en la Universidad de Costa Rica. Su especialidad son los estudios literarios, principalmente, la literatura costarricense, mitos y la tradición clásica en la literatura hispanoamericana, con un énfasis mayor en poesía y narrativa.
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[3] Se recomienda consultar el artículo académico: Alcidés Jofré, M. Lectura del Diván de Tamarit, de Federico García Lorca (1898-1936). Literatura y lingüística. http://dx.doi.org/10.4067/S0716-58111998001100006
[4] Otra posibilidad consultada en el Diccionario Etimológico del Castellano en Línea, fuente bastante confiable, es que derive del árabe غزال (Ghazal), en fin, sea cual sea de las dos opciones, de una lengua indoeuropea que ubica a este animal en las zonas de África, Siria, Mesopotamia y otros sitios más de África y el sureste de Asia.
[5] El guepardo es uno de los mayores depredadores de gacelas en África. Justo, el guepardo es el animal más rápido del mundo, solo por encima de la gacela, segunda más veloz del planeta. Adquiere una velocidad de 90 kilómetros por hora.
[6] El uso de los elementos de la naturaleza y los animales también son un referente de la poesía de Lorca, autor amante también de la pintura. Recuérdese su cercanía con Salvador Dalí.