CONCIENCIA TELÚRICA EN MEMORIAL DE TIERRAVERDE (2014), DE ALFREDO PÉREZ ALENCART  | AJKÖ KI No 2

CONCIENCIA TELÚRICA EN MEMORIAL DE TIERRAVERDE (2014), DE ALFREDO PÉREZ ALENCART | AJKÖ KI No 2

 

 

CONCIENCIA TELÚRICA EN MEMORIAL DE TIERRAVERDE (2014), DE ALFREDO PÉREZ ALENCART

 

Por: Yordan Arroyo Carvajal[1]

 

Podría presentarse a Alfredo Pérez Alencart, una de las destacadas voces de la poesía actual escrita en lengua española, como peruano o español, debido, primero, a su lugar de nacimiento, lo cual lo hace sentir muy orgulloso, y segundo, por sus 37 años de estancia en Salamanca, sitio en donde estudió para luego quedarse trabajando en la Universidad más antigua de España y además, colaborar en diferentes proyectos y concursos literarios entre ellos, el prestigioso Pilar Fernández Labrador. Sin embargo, desde nuestra propuesta, esta clasificación depende, no solo con él, sino con todo escritor, en gran medida de la corriente estética en la cual se ubique su producción literaria y su temática o temáticas.

En este caso, como se habla del poemario Memorial de Tierraverde (2014), amplitud del poemario Madre Selva (1992), hay que presentar a Alencart, sin duda, como peruano,[2] porque en este libro, dedicado a la memoria de sus padres y tributo a Madre de Dios, Perú,  remite a los inicios de la historia de este poeta, aquella selva ubicada en “un epicentro de feracidad” (p. 7), en donde aprendió a luchar contra diferentes adversidades, entre ellas, vivir en otro continente sin sentirse extranjero, demostrando, con hechos, y gracias a su espíritu solidario y buenos valores, sus grandes capacidades para ubicarse en los escalones más altos de la humanidad, o en palabras poéticas, en el cielo que se alimenta de los pechos de la tierra.  

En este poemario se respiran las raíces heredadas de la conciencia de nuestros pueblos indígenas. Es en este punto en donde se ubica, con mayor fuerza, a este autor como peruano. El amor por la tierra como fuente sagrada y diosa materna es el eje discursivo que une las 89 páginas de esta oda telúrica conformada en poemas escritos en verso y en prosa desde la experiencia en la Amazonía, una total realidad escrita con madurez desde el yo: “En verdad deben creerme, / señoras y señores, / jóvenes, niños, flores…”), pero con más fuerza en la huella que dejaron las postvanguardias latinoamericanas que se empezaron a interesar, fuertemente, por los discursos ecocríticos, principalmente, a partir de los ochenta. Razón por la cual, por eso, la sección dedicada a los mashcos se construye desde la estética del eclecticismo.

Cabe destacar que en esta obra literaria se lee una voz innovadora. Aquí, aunque los discursos bíblicos siguen teniendo vigencia desde la originalidad del poeta: “Convencido de mí, / verifico esta naturaleza / de Dios” (“RECLAMO”, p. 12), “Leo el evangelio / de la selva / para valorar todas / sus primicias” (“I”, p. 17), “Gracias, Señor, / por esta selva / de pájaros luciéndose / y por esta / mujer que cuida[3] / mis días” (VI, p. 22). Así como también, la construcción de versos del poeta como sacerdote primitivo “En el principio / éramos la selva / y yo / ampliando asombros / a pecho descubierto / y con lenguajes / de niño” (II, p. 18), “Érase / bajo el sol / o intensas lluvias; / érase el paso / hacia la otra orilla” (p. 23), la mayor fuerza recae en el interés de crear odas a la madre naturaleza. Por su parte, un elemento que continúa a la largo de la producción poética de esta autor es la humanidad que envuelven sus imágenes, sus palabras y su conciencia poética.

Leer la producción literaria de este autor es referirse a poesía antropológica en su máximo sentido. En ella se abordan los diferentes elementos que engloban al ser humano: religión, mito, cultura, valores, moral, vicios, el bien frente al mal, la incertidumbre, la solidaridad, los recuerdos, el amor, la sensibilidad, la pobreza, el tacto, la imaginación, la utopía, los sueños y la colectividad por la búsqueda de un mejor vivir, hacia lo sagrado o lo sublime de lo carnal. En este caso, lo sublime remite al valor y estancia en la naturaleza. Para ello, se crea un constraste con la ciudad. La poética de Alencart rompe con el arquetipo de la selva como espacio en donde habita el buen salvaje o bárbaro que conocemos cada vez más gracias a los estudios de otredad u otredades: “Despiértenme en la selva cuando crean que ya no respiro en la ”

Además, en la poética de este escritor, destaca el inmenso río de palabras que utiliza para expresar sus diversos sentires y diálogos. Su poética refleja una selva de palabras, un amplio contenido léxico[4] no solo en español, sino también “el inmenso idioma / del trueno” (IX, p. 25), reflejo de un artista entrado en madurez gracias a sus muchos años de lectura, experiencias, crítica de sus cercanos y de él mismo (autocrítica). Razón por la cual, aunque escribía desde joven, no es hasta finales del siglo XX, cuando decide empezar a publicar sus trabajos, muestra del poeta no solo como alguien talentoso, sino como trabajador, perseverante, una especie de agricultor que, como él mismo lo dice en una entrevista a Javier Blanco, en 2017, para el periódico La razón, más que en la cosecha debe pensar en la siembra. A eso se refiere, muy al estilo de Horacio, en la fuerza que debe llevar cada palabra para que los frutos del bosque provoquen buen placer en el estómago de sus lectores.

Memorial de Tierraverde (2014) está lleno de personificaciones, y además, los animales y todos los elementos que forman parte de la naturaleza y que son anteriores a los seres humanos, tienen un papel protagónico. Por eso, desde la inscripción de la primera página se dice: “Los pájaros están huyendo y ya poco queda de nuestra alianza” (p. 7). Basta con citar ese breve fragmento para saber la conciencia crítica que abriga este libro. La naturaleza y el yo lírico forman un solo ser. Herirla es herir el alma de la voz poética: “La selva / entre mis huesos, / un día desnudándome / con sus líquidos, / una noche / abrigándome / con su atmósfera pura. / Y siempre / juntos, hasta / la emboscada final” (II, p. 18), “Tierraverde: / estás en mí / como un tatuaje / que pone a trabajar / los sueños” (p. 19).

Los pájaros representan la colectividad de los animales que se están viendo dañados o heridos por los comportamientos capitalistas del ser humano. Por eso huyen. El yo lírico se interesa por el sentir de estos seres vivos y por eso, cuestiona la ruptura de una alianza que, posiblemente, se tuvo al inicio de los tiempos, pero, debido a la ambición y materirialismo del ciudadano moderno, se ha fragmentado. Asimismo, el pájaro y el poeta forman un solo ser, ambos están unidos por el sentimiento de amor hacia la naturaleza. Esto se evidencia en las palabras que dejan claro, en lenguaje poético, el objetivo y las razones por las cuales se escribió este poemario: “[…] pergueñé este memorial porque de los labios del poeta suelen nacer palabras con alas de verdad, como cuando de sus ojos navegantes se revelan esas centrales imágenes de las cosas” (p. 7).

La tierra o la naturaleza viven en el alma del yo lírico, está integrada a su ser: “Tierra que cabes / en el tamaño de mi corazón” (“TIERRA VERDE”, p. 11), “Moja mi voz / una tierra / y rápido crecen / los árboles” (I, p. 17). El poeta habla con ella porque, como se dijo anteriormente, el recurso de la personificación es constante y necesario: “[…] abro diálogo contigo / y me donas / la bandera de tu desgarrada / arboladura” (p. 11), mientras tanto, sus palabras no son ignoradas, se da un acto de comunicación recíproca, ella lo escucha: “[…] tierra que oyes / como tocan a tu puerta / mis tembloros nudillos, / siempre acompañados / de mariposas verdes” (p. 11). El agua es un recurso ineludible para la vida de ambos. Están complementados de manera armoniosa.

Además, como se aprecia en el ejemplo anterior, se convierte en la amada del yo lírico: “Te quiero / indefinidamente verde” (p. 11), provocando un eco intertextual en los versos del poema “Romance sonámbulo”, del poeta granadiense Federico García Lorca: “verde que te quiero verde / verde viento. Verdes ramas”. Además, este color resuena en todo el libro, es la imagen pictórica ideal para evocar al imaginario de la naturaleza edénica. Este tópos, consumido en la imagen de la selva amada, la de la infancia, el recuerdo, la memoria, en este caso en oda a la Amazonía, se anhela eterna, por eso, con criticidad se apela por su cuido, tal cual se aprecia en el poema “SELVA DE HOY Y DE MAÑANA”:

Tenemos el gozo

y la agonía balanceándose

en la memoria,

suelos arrasados, árboles humeantes, frágiles orquídeas brotando.

 

La misma belleza es casi nada si van mutilándola.

 

Por los aires el olor de los incendios, la premonición oscura.

Dentro de las aguas el veneno, como anticipo de lo fatal.

 

Oh selva nuestra, ¿cómo quitar los arañazos de tu dermis,

harta de calamidad y latrocinio?

 

¿Mañana, cuando acabe

el desenfreno, aun podremos verte?

 

A todo tu cuerpo ponen precio y pugnan por plusvalías,

cual laberinto de ambiciones.

 

Amazónico confín, ¡no

deseamos que estés bajo la acción de la cadaverina!

 

Querámoste hoy

para que el mañana no te hiera o despedace. (pp. 13-14).

 

Se destacan, a grandes rasgos, del poema anterior, las construcciones verbales en primera persona del plural y también, en una especie de imperativo sublimado “querámoste” que armonizan el encuentro humanidad-naturaleza de manera colectiva, y, por otro lado, el uso de preguntas retóricas, como sucede en la cuarta estrofa, que guardan un mensaje de conciencia crítica cuyo fin es el cuidado de la madre naturaleza. El yo lírico no quiere que la madre selva muera, tal cual el título del poema, la anhela para hoy y para mañana, porque en ella creció siendo un humilde niño y aunque hoy el poeta viva en Salamanca, la selva habita en los terrenos más hondos de su pecho, en aquellos sitios donde la nostalgia camina descalza.

Otro punto que interesa destacar de este libro es su hibridez lingüística, asunto, también muy presente en las postanguardias latinoamericanas, muchas de ellas denominadas poesía indigenista (escrita por autores que abordan temas indígenas o rescatan estas memoria sin ser originarios de estos pueblos). Un ejemplo se aprecia en la sección “MANDAMIENTOS DEL TRÓPICO”

Inkaara nokire anink akera nokemisantumatiro

nia opoimatanakera shioo

mas temprano estuve despierto durante la noche

y escuchaba el sonido del río

 

:: Compruebo que más que patria

yo anhelé poblados formándose,

selvas o caudales que solo hay

en la Tierraverde de mi memoria:: (p. 15).

 

De la cita anterior se destaca la hibridez entre el castellano y el machiguenga, lengua de los matsiguengua que habitan en los alrededores de la Amazonía peruana, al sureste, en la cual vivió Alencart, lugar al cual se hace tributo también, nuevamente, haciendo uso de esta lengua, en las secciones “VUELTA AL LEJANO AMARUMAYO” (p. 27), “CRÓNICA SORPRENDENTE DE LA ÚLTIMA NOCHE ENTRE LOS MASHCOS” (p. 41),[5] “LA MUDANZA DEL ENCANTO” (p. 49)[6] y “SAGRADA FAMILIA” (p. 61). Por su parte, se aprecia un viaje a las cosmogonías de los pueblos indígenas que ven los orígenes, el génesis, a partir de la sagrada naturaleza. A partir del yo “compruebo”, la voz lírica intensifica la fuerza de su palabra para dejar claro que lo que está expresando es creíble. Él lo vivió, estuvo allí.

A su vez, se destaca la ruptura, como buen migrante, del imaginario ideológico de patria, para dejar claro que la selva es de todos los seres humanos y por ello hay que cuidarla. Esto se observa desde el título, con influencia bíblica a partir de la palabra “mandamientos”. En la selva no existen divisiones por color de piel, intereses políticos, lenguas o nacionalidades. Su río abriga a todos por igual y por eso, es digna de permanecer en la memoria. A su vez, se rompe con la idea negativa detrás de los curanderos ancestrales, esto se observa en el poema VII, p. 36:

Esto me dijo un curandero

Huarayo:

Siente la panza del sapo

y aplacarás el dolor del golpe.

Confía en su lechosa sustancia

y deja que tu piel la absorba

justo allí donde más te duela” (p. 36).

Y para ir concluyendo, cabe decir que el recurso de la memoria, como aparato crítico, en todo este libro, se convierte en un material estético que inmortaliza a la selva como objeto poético y a su vez, trae al presente un tributo hacia pueblos originarios como los matsiguenguas o los mashcos (hoy Arakmbut). Con esto se comprueba, a grandes rasgos, el compromiso ético y gran parte de la importancia que posee esta obra. En fin, con cada publicación que leo de este autor se me sigue demostrando la madurez de su voz y la fuerza lingüística, cultural, poética y humana que habita en cada uno de sus poemas, mismos en donde la solidaridad con los ciudadanos, la naturaleza, Dios y todas sus creaciones están en primera planilla: “Guardo mi machete / y protejo a la asustada serpiente / que rechaza a quienes / le ofrecen otro fruto”. (VI, p. 34).

Alencart, antes de poeta, según nuestro análisis o juicio crítico, es un ejemplo de humanismo, de compromiso ético, y por eso, es notorio que su poesía amerita estudios más amplios, con aparato teórico y que observen toda su producción poética, que las aproximaciones literarias aquí presentes, mismas que aportan en mediana medida si pensamos en la densidad de la importancia de su obra completa  y su actual y posible futuro impacto en el mundo lector o ampliando nuestra visión y creyendo en un mañana más próspero, en el sistema educativo y para comprobarlo, deseo cerrar citando el siguiente poema:

I

Allí donde era mi alegría,

hoy parece un aledaño

de Marte.

 

La destrucción es veloz

y no tiene ninguna pena.

 

Fácil es herir lo indefenso,

Mutilar, destrozar

con tenacidad de verdugo.

 

Y siempre una draga

o un aserradero

tras lo devastado.

 

Vano intento de comprender

esta realidad atroz.

 

No habrá bosque

que sobreviva

si van por libre los feroces (p. 50).

El análisis, debido a la simpleza de su lenguaje, a esa capacidad que el gran poeta salmantino Juan Antonio González Iglesias destaca en Alencart “Ha dicho lo que nadie sino él podría decir” , que el buen poeta portugués António Salvado llama “horizonte temático tan polifónico y tan ramificado”, que el destacado poeta ecuatoriano Xavier Oquendo Troncoso compara con la fuerza de los escritores de la generación del 27,[7] o debido al impacto que este poeta del mundo provoca y puede provocar, queda abierto al público, mismo al que le agradezco por haber sacado su tiempo para llegar hasta el final de estas humildes páginas construidas en medio de un eterno camino que yo llamo APRENDIZAJE, etapa en donde yo también, igual como la voz lírica de este libro, lamentablemente, he visto muchos “Hermosos Árboles / Muertos” (VIII, p. 57).

 


 

BIBLIOGRAFÍA

Pérez Alencart, A. (2014). Memorial de Tierraverde. Lancom Ediciones.

 


 NOTAS

[1]         Máster en“Textos en la Antigüedad Clásica y su Pervivencia”, de la Universidad de Salamanca y estudiante avanzado de máster en “Enseñanza del Castellano y Literatura”, de la Universidad de Costa Rica. También, ha cursado estudios en Filología Clásica y en Educación Primaria en la Universidad de Costa Rica. Su especialidad son los estudios literarios, principalmente, la literatura costarricense, mitos y la tradición clásica en la literatura hispanoamericana, con un énfasis mayor en poesía y narrativa.

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[2]          Sus bisabuelos eran gallegos y ecuatorianos. Sus abuelos de Asturias, “de Ceará, del río Los amigos o de la Cachuela” (Memorial de Tierraverde, 2014, p. 87) y sus padres de Maldonado.

 

[3]                Muy interesante es la idea alegórica de mujer-selva-mujer-diosa-diosa-naturaleza, que se halla en la poesía de Alencart.

 

[4]          Léase el poema III, p. 19. En él se observa el uso de lenguaje propio del mundo botánico y zootécnico, a través de palabras como “hungurahui” y “huanganas”. También, importante es el poema IV, p. 20, en el cual se aclara que la experiencia en la selva hace que el léxico se enriquezca: “Allí volveré / a nombrar / todo lo que toque / al azar”. Además, es un poema que dice muchísimo sin decir, por ejemplo, para criticar la contaminación que se experimenta en las ciudades utiliza las siguientes imágenes: “Allí no estaré / como un duende / en su botella. / Allí no veré horribles / colores de cielo”.

[5]          La figura de los chamanes tiene un importante carácter reivindicativo en esta sección. Particularmente, lo popular tiene gran relevancia en estos textos.

 

[6]          Es la parte en donde mayor denuncia poética se denota.

[7]          Los tres comentarios anteriores son tomados de la contraportada del libro.