Por: Yordan Arroyo Carvajal[1]
Shirley Campbell Barr es una autora afrodescendiente que nació en 1965 en San José, Costa Rica. Su trayectoria poética está claramente marcada, muy en especial, por la recién fallecida Eulalia Bernard Little (1935-2021), primera activista afro en el país y también primera mujer afro en publicar un libro en el país (Ritmo héroe, 1982) y por el primer escritor afrodescendiente en el país, Quince Duncan (n. 1940), quien aparte de su repertorio literario, ha aportado mucho en el mundo académico y los movimientos exteriores con sus ideas de lucha y resistencia.
Y bien, cuando se habla de lucha y resistencia, justamente es parte de lo que se encuentro en este exquisito poemario, muy muy bien cuidado y diseñado por la Editorial Letra Maya, dirigida por Emilia Fallas. Desde la portada del libro, se visualiza ese color azul, que, en términos simbólicos, remite a la trascendencia del ser. Esto no es simple adorno estético, pues claro que Campbell, por medio de una voz lírica fuerte y segura, trasciende las fronteras e incluso, afirma que ella nunca ha considerado verse como exiliada porque siempre ha regresado donde el amor la llama. Se ve, además, en la portada, una pintura de una mujer negra sentada, reflexionando, y, por eso, no es casualidad que porte un vestido verde, pues este color remite a la tranquilidad, paz, armonía e incluso, encuentro con la naturaleza primitiva, misma que muchos escritores afro encontrarán en el canto y en la música; la poética de Shirley Campbell no es la excepción.
Es cierto que a esta autora se le ha conocido mayormente, tanto en plano nacional como en el internacional, por su famoso poema “Rotundamente negra” donde se acepta, confirma y enorgullece como mujer negra. Sin embargo, en esta autora no solo existe esa firmeza como mujer negra en ese poema, la hay también, desde una intimidad casi que universal en muchos de los poemas de este libro. Ejemplo, esto se da también en su poema “Elección”, que se podría apostar, cala o toca las entrañas de cualquier lector en el resto del planeta. Este poema se convirtió en uno de los favoritos de este libro y se dice uno, porque hay muchos que me dejaron impresionados e incluso, se los tuve que leer a mi mamá para compartir el sentimiento de lo que yo experimenté al leerlos por primera vez.
Sin embargo, para detallar un poco mi recepción lectora con respecto al poema “Elección”, en él, la voz lírica se elige como mujer, como negra, como guerrera que no depende de ningún hombre. Destaco muchísimo la fuerza de su voz, el ritmo, la musicalidad encarnada en cada palabra donde se esconden mil: “Hoy elijo ser la mujer / que elegí para mí. / Elijo ser la mujer / que no espera ser elegida” (p. 13, vv. 1-4). Si se nota, en el fondo, al igual que en todo este libro, se lee a una voz madura que ha andado por la vida y que tiene seguridad de lo que quiere para sí misma. Ella elige y no tiene dudas de su elección, pues ya no le importa ser elegida por otro. Y al menos, este fuerte sentimiento decisivo, si se realiza una conexión con todo el libro, se puede entender mejor al encontrar una voz para la cual lo más importante son sus hijas, sus abuelas, su madre y los amigos que han marcado su camino con besos llenos de música, abrazos y esperanzas, entre ellos, como se dijo al principio, Eulalia Bernard y Quince Duncan.
Sin embargo, en este poema [Elección], así como en gran parte de la identidad poética de Campbell, hay una reafirmación sobre la belleza estética del ser mujer negra. Ella rescata sus “piernas gruesas”, “brazos fuertes”, “labios gruesos” y “voz ronca” [en otros poemas también la voz se enorgullece de sus ojos verdes que son la herencia y símbolo de la estirpe de su abuela y la de su otra abuela que nunca vio, pero conoce en historias contadas por otros tambores] y se destaca esta imagen de esa preciosa voz ronca propia de Campbell que me ha deleitada cada vez que la he podido escuchar en un ciclo o recital de lectura o bien, en un audio de WhatsApp cuando le he pedido alguna vez ayuda o colaboración para algo que yo esté necesitando en determinado momento.
En este poema, esa voz ronca, según la hablante lírica, le ha servido para “gritar”, “invocar”, “blasfemar” y “maldecir” y cómo no hacerlo si la historia de los negros en Costa Rica ha estado marcada por sangre, indiferencia y esclavitud. Todas estas cicatrices viven en la memoria de la garganta de esta autora que hoy nos toca cada una de nuestras venas y sensibilidades por medio de este precioso libro conformado por 31 poemas que ella dividió en 4 partes: “¡De negro ataviada!”, “De espaldas al miedo”, “Las que están… preceden y habitan mi historia…” y “En ruta hacia el regreso”.
Debe indicarse que en todo este poemario hay fuerza, la palabra lucha es una constante, los diálogos construyen una imagen de una voz lírica resistente en un sentido bélico. Habla por ella y por los suyos, y a la vez, se construye una voz sensible, íntima, que explora los albores de su memoria no solo para conocer mejor su historia, sino para externarla o documentarla ante el público lector. Esta documentación permite un acercamiento con las culturas de la diáspora africana. Desde el inicio se menciona la importancia de la danza, la música, la fraternidad con los ancestros, el diálogo con los muertos como esperanza de resistencia y amor, la lucha por la aceptación de sus cabellos, que en Campbell se convierten en símbolos de lucha, historia y festividad como ritual.
Por su lado, es importante indicar que en la poética de Campbell hay una ruptura de los discursos eclesiásticos tradicionales, ejemplo, en el poema “Oración” (p. 23), la voz lírica le pide al “Señor” (imposición de los españoles en las culturas africanas, esto denota el proceso de sincretismo e incluso, aculturación) que la ayude a “maldecir con saña”, “romperles el hígado”, “ser poeta”; es decir, ella pide para que la ayuden a seguir siendo una guerrera, una mujer que ha resistido y sigue resistiendo invisibilidades, violencia epistémica y silencios que solo pueden romperse con sus gritos, danzas y tambores. Podría hablarse de una poética de Campbell que deambula por la protesta teológica que también se halla en la poética de Eulalia Bernard Little, propiamente, en poemas como “Cristo negro”.
Este sentir se aprecia, además, en el poema “Te estaré esperando” (pp. 32-33), de Campbell. En él, la voz lírica le expresa a Dios su sufrimiento, su historia, su resistencia e incluso, se anima a decirle que no le cree y que tiene una Biblia destrozada en su casa. Y toda esta semiótica, podría interpretarse como una la construcción cuyas raíces provienen de la ironía: “he de estarte esperando” (v. 41), porque, quizás, desde esta lectura pragmática, a la hablante lírica no le interesa esperar por llegadas que son inciertas y que les fueron impuestas con gran violencia por los españoles. Es difícil que la voz lírica esté esperando, ella solo vive y sobrevive entre tanta incertidumbre, así lo confirma desde su poema “Elección”, donde, como se dijo anteriormente, se lee una voz que ha dejado de esperar; no quiere nada de nadie más que de ella misma. Elegirse a sí misma es encontrarse cada día cantando en una montaña y traducir las voces que duermen en la diáspora de sus umbrales.
No obstante, en el poemario de Shirley no solo hay lucha desde el yo, sino también desde el nosotros. Además, fuera de la lucha, como se dijo anteriormente, aunque sin detallarlo, hay una voz esperanzadora, sensible, nostálgica y amorosa que con el pasar de los años se aferra cada vez más a las raíces de su árbol, a la lluvia de sus nubes, a la familia de su alma, sus niños, madre y abuelos. Con respecto a los niños, debo confesar que me conmovió muchísimo la manera como se construyen, ellos son inocencia, esperanza y cambio. Así mismo se lee en el poema “El mapa del sol y las estrellas” (pp. 38-38): “Me equivoqué y me equivoco a diario / y los niños lo ven / y me dan la mano y los besos y las esperanzas / y los caracoles y los dinosauros / y me están enseñando a crecer / y estamos trazando juntos / el mapa del sol y las estrellas (vv. 48-54). ¿Cómo no conmoverse con estos versos? Campbell rellena sus palabras con muchísimo amor y transmite a sus lectores esa sensibilidad que ella siente por esos niños a quienes no les importa que su madre se equivoque, porque lo único que les importa es el amor y la construcción de un mundo un mejor mediante la colectividad. ¿Necesita más niños el mundo? Parece ser que sí.
También, este amor o sensibilidad por sus hijos lo convierte en poesía de la mejor manera, con un sentimiento muy fuerte, íntimo, sensible, conmovedor. Esto se aprecia a través de su poema “Inti”. El título de este poema remite al nombre de uno de los hijos de Campbell. Ella decidió llamarlo así no por pura casualidad, sino porque Inti significa “sol” y justamente, esta voz poética ve atardeceres en los ojos de sus hijos, ve esperanza y cambio para seguir sobreviviendo. En el nombre de su hijo, sin dudas, se engloba la esperanza de los que están, los que fueron y los que vendrán. Incluso, la esperanza de quienes tenemos la oportunidad de leer los versos de Campbell.
Asimismo, otro de los fuertes poemas, que incluso tuve que leérselo a mi madre, es “La mujer del patio” (pp. 47-48), en él se puede leer una voz comprometida con las mujeres y las sociedades en general. La voz poética denuncia la presencia de un marido que le pega a una mujer y se adueña de todas las propiedades, incluso, de la vida de esta fémina, quien resiste y resiste por el amor a sus hijos; sin embargo, en esa construcción particular de esperanza en la poética de Campbell, que no se queda en el mundo trágico, sino que ve luz en la oscuridad, ella plantea la posibilidad de que algún día nazcan huracanes de las flores: “un día se va a ir / y no va a volver / nunca” (vv. 53-55). Así bien, vemos a una Shirley que no solo se preocupa por su mundo, sino el de los demás. Como antropóloga, es alguien que se interesa por los problemas de la humanidad, entre ellos la violencia. Esto lo plasma en su poesía.
Por último, en los poemas que cierran el libro, leemos a una Shirley que escarba sobre sus adentros, agradece, reflexiona y cuestiona sobre sus caminos y los que vendrán. Es sin duda una voz que no necesita deshumanizarse para ser crítica, es fiel con sus amigos y con la tierra donde habita, aunque no la ve como una tierra única, porque ella se presenta como una mujer del mundo. Anda regando amor y esperanza en diferentes países, tal cual le ha sucedido en la realidad, al tener que vivir en el exterior, por diferentes razones, entre ellas trabajo.
Se puede decir que adquirir y leer el libro De negro… vengo ataviada (2020) es una de las mejores decisiones para un amante de la literatura. En cada página se sentirá un aroma a historia, lucha, grito, firmeza, fraternidad, seguridad, esperanza, violencia, memorias, humanismo, búsqueda y resistencia. Incluso, es de esas lecturas que se pueden retomar una y otra vez sin arrepentimientos.
Referencias:
Campbell Barr. S. (2020). De negro…vengo ataviada. Letra Maya.