REPENSANDO LA HISTORIA: VIOLENCIA, CORRUPCIÓN Y CRIMINALIDAD EN GOLFO DULCE (2023), DE ADRIANO CORRALES ARIAS
Por: Kimberly Huertas Arredondo[1]
No cabe duda de que el poeta, ensayista y narrador sancarleño Adriano Corrales es uno de los escritores costarricenses de su generación que más ha renovado el corpus de la literatura costarricense, tanto en la crítica como en su producción literaria. Sus publicaciones así lo dejan saber y su última novela no es la excepción.
El libro Golfo Dulce, escrito por Adriano Corrales, ofrece al lector una visión renovadora y enriquecedora de la novela negra, en especial, porque se caracteriza por hacer uso de elementos formales, discursivos y temáticos propios del género, pero los resignifica y reactualiza de gran manera. Se trata de una novela negra tropical,[2] en la cual se da nacimiento a un nuevo investigador policial sui generis centroamericano: un profesor de literatura pensionado y escritor, alter ego del autor que opera como un proceso de escritura autoficcional.
La aparición de este investigador, no tiene nada que envidiar a inspectores de la talla del mítico personaje Mario Conde, creado por Leonardo Padura, Dolores Morales, Bert Dixon, creado por Sergio Ramírez o Héctor Belascoarán del hispano-mexicano Paco Ignacio Taibo II; por citas dos ejemplos dentro del corpus de la novela negra latinoamericana.
De este modo, el escritor costarricense, se une a la extensa lista de escritores latinoamericanos que lleva a su máxima expresión la mezcla entre ficción criminal e histórica y que se han decantado por incorporar y reinterpretar a través de distintos matices, ecos o tintes este género literario.
Siguiendo los pasos de lo que hicieran algunos de sus contemporáneos, como, por ejemplo, Días de combate(1976), de Paco Ignacio Taibo II, Leonardo Padura con sus célebres novelas negras Máscaras, La neblina del ayer y Herejes), Días de combate (1976), Plata quemada (1997), de Ricardo Piglia; Y te diré quién eres (2006) (tetralogía inacabada por el fallecimiento del autor), del guatemalteco-nicaragüense Franz Galich y El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017), Tongolele no sabía bailar (2021), de Sergio Ramírez Mercado.
Otros textos que también entran en esta misma lógica son Cruz de olvido (1999) de Carlos Cortés, Insensatez (2004) de Horacio Castellanos; Material Humano (2009), de Rodrigo Rey Rosa, Verano rojo (2010), de Daniel Quirós y El laberinto del verdugo (2010), de Jorge Méndez Limbrick y muchas otras más.
En este sentido, la novela de Corrales, rinde tributo a la novela negra desde su clásica manifestación, precisamente, porque la resolución del crimen per se, no figura como motivo principal en la diégesis, acá recobra interés las notaciones de atmósferas y descripción de los actantes protagónicos, rasgos que el autor cumple magistralmente, tarea que demuestra, de una cuenta un conocimiento profundo del autor con respecto a la faceta más negra, criminal y decadente del género.
La novela está ambientada en un cronotopo que reviste de existencia extratextual, a saber: Golfo Dulce, “Puerto Escondido”, zona costera situada en el Pacífico Sur costarricense, dada las abundantes descripciones, las cuales son ubicables en la geografía de Costa Rica. Aspecto ya referido desde el título de la misma y en su respectiva portada, los cuales actúan como paratextos.
Ahora bien, entrando de lleno en materia formal y de contenido, el libro se compone de 143 páginas, a lo largo de la cual se expone ‒50 capítulos o apartados‒ en donde se configura una intrincada red de voces llenas de luces y sombras, pues nos encontramos ante la presencia de un texto, no del todo ajena a la novela polifónica de la que nos habla Bajtín.
Desde las primeras instancias narrativas, es posible notar una prosa fluida y directa, ajena al uso de tonos y lenguajes densos o complejos, a partir del uso por momentos de recursos como la autoficción como telón de fondo para mostrar la verdadera h/Historia oficial, la intertextualidad, el erotismo, el sarcasmo.
A propósito de las relaciones intertextuales, Golfo Dulce establece puntos de contacto con las novelas del escritor cubano Leonardo Padura, en donde aparece el mítico personaje investigador Mario Conde, de quien el autor costarricense se basa para la construcción personaje/ investigador (desde una posición ética y moral en términos de vida personal y amorosa. Ambos presencian una mirada crítica hacia el cuerpo policial por su corrupción que los hace ser sospechosos.
Asimismo, como de la narrativa de Carlos Salazar Herrera, pero el lector también podrá encontrar no solo intertextos de tipo literario, gracias a la inclusión de referencias intermediales (musicales y pictóricas), las cuales, de una u otra forma, ayudan a comprender y delinear las relaciones y personalidad de los personajes y/o actantes protagónicos.
Basta con citar, por ejemplo, la siguiente línea: “Recordé la historia la estrofa de un viejo ballenato: “un ejército de estrellas nos seguía...”” (p.42), “Yo no escuché a Jimmy, pero sí a Erick. Simón, clarinete, en vivo y a todo color en New York” (p. 43), la música de rock inglesa (canción Here Comes The Sun de The Beatles, escrita por George Harrison). (p.12), “La flor de la canela” de Carmen Granados y “Percal” de Anibal Troilo (p. 59), la Maja de Goya, la Olimpia de Manet, la Nu couché de Mondigliani, El origen del mundo de Courbet (p. 8), entre muchas otras que aportan la parte lúdica e interactiva a la novela.
En este marco, conviene mencionar que el nacimiento de nuestro querido investigador se encuentra originalmente en la colección de relatos El abuelo amarrado (2022), en particular los relatos “Cruces”, “Carne de tortuga” y “Puerto” y otros en donde el autor nos da una buena muestra o dosis de lo iba a ser la representación o descripción de este nuevo investigador independiente que encontramos desarrollado plenamente en la trama de su novela.
Este tipo de juegos formales y de contenido demuestran, una vez más, el alto grado de erudición y rigurosa labor del autor, siempre tratando de reproducir temas de la manera más fresca posible. De las cuales Corrales-Arias se sirvepara reinterpretar elementos o recursos provenientes de la novela negra, a saber, “el modo en que se resuelve –o no– la contradicción intrínseca del género negro, que se resume en un realismo de denuncia a la corrupción social al tiempo que requiere una resolución idealista en pos de una justicia final” (Sarabia, 2016, párr. 9).
Desde esta óptica, la construcción de los personajes hecha por Corrales Arias, retracta magistralmente la ambigüedad moral y en el medio en que se desenvuelven. No hay una representación maniquea, mientras la línea entre buenos y malos es realmente difuminada; rozan en el cinismo e irracionalidad.
Las indagaciones, pistas y deducciones para descubrir al asesino de los crímenes en serie funcionan como componente esencial de la labor y riesgos (laborales, personales o familiares) del personaje principal y de la realidad en general. Nuestro investigador independiente será el encargado junto con Laura: “su asidua informante, confidente y amante” (p. 47) para resolver una serie de enigmáticas muertes que llevan por nombre asesinatos brutales, atroces, grotescos o aberrantes que, desenmascaran de forma gráfica y violenta toda una red de crimen organizado que opera en Costa Rica.
Así las cosas, la novela se une a una veta crítica que denuncia los usos y abusos del poder en este país durante los últimos años, hace de la crítica del sistema gubernamental su principal sospechoso. En otras palabras, busca en denunciar la parte más oscura, perversa y podrida de la sociedad costarricense/ latinoamericana.
Es por esta u otras razones que este libro no deja indiferente a nadie, las muertes paradigmáticas de personajes vinculados, de una u otra forma con el detective, el cual está tras la pista de sonados casos de corrupción, organizaciones criminales, vinculados con una serie de asesinatos, cuya identidad no es otra que mujeres, las cuales fueron víctimas de los más violentos y aberrantes ataques, ya sea “por misoginia o por advertencia a personas incómodas o a ciertos policías jubilados por coacción” (p. 76).
Estos son solo algunas de las piezas del puzle que le lector junto con nuestro actante protagónico, quien no es otro que el investigador, tendrán que iniciar un viaje marítimo lleno de “ambiguas posibilidades”, “encrucijadas”, “certezas”, dudas, intrigas, de voces personificadas en peses gordos que desmontan con saña la máscara ficcional, de autocomplacencia de la “arcadia tropical”, de la “Suiza centroamericana” que discursivamente ha tejido el mito de la paz.
En esa búsqueda constante de los protagonistas, pero principalmente del nuestro investigador policial, cuya formación académica, humanismo y personalidad ambigua, no dejan indiferente a nadie, mientras lucha por la justicia social mediante sus métodos rigurosos como todo buen detective para desenmascarar toda una red de violencia, criminalidad organizada y corrupción solapada por las vísceras de un monstruo, cuyas formas morfológicas, como era de suponer, incluye a funcionarios públicos desde los más altos rangos, de los cuales hace su principal sospechoso.
Llámese jueces, magistrados y policías, o como bien se alude en el texto “a los ricachones, capitalistas, a los policías del callejón de las bestias, entiéndase el boulevard de la asamblea” (p.38), quienes mediante la utilización del miedo ejercen sus más grandes fechorías a través del acoso y temor sobre todo en las universidades y en los sindicatos de este país “democrático”, cuyas bases se asientan en su bendita libertad de expresión (p. 39).
A partir de esto, esta nueva novela pareciera instaurar un metarrelato sobre la identidad del ser costarricense, en cuanto a que se retracta la violencia, las injusticias sociales, los usos y abusos del poder como subversión del imaginario mítico de la paz que pesa en la construcción identitaria del ser costarricense.
Al explorar y desentrañar los monstruos, los olvidos y silencios, esta nueva novela destaca por la importancia de mostrar al lector problemáticas sociales, a través de un repertorio de referencias que revisten de existencia extratextual en el discurso historiográfico costarricense/centroamericano de las décadas de 1960 y 1970, hasta la actualidad, aspecto que muestran el alto grado de erudición del autor.
Este libro de Corrales Arias es, además, fundamental para la Costa Rica actual, destaca por la importancia de evidenciar temas como el crimen organizado, el narcotráfico, lavado de dinero o legitimación de capitales, la corrupción y tráfico de influencias, la violencia de género, (los femicidios, el abuso y acoso sexual), la violencia doméstica, la desigualdad social, las migraciones (de chiricanos, nicas y algunos indios) (p.10), delitos contra el ambiente (la explotación minera, destrucción de parques nacionales) (pp.7-11) que son uno de los problemas que más aquejan ahora al país, pero como vemos no se le ha prestado atención, dado que en vez de disminuir las cifran, más bien aumentan.
Es por ello que, esta novela para un lector costarricense, como quien esto escribe, no deja títere con cabeza, la lista de ingredientes son un agasajo donde figuran una serie de crímenes, cuyo principal sospechoso es la desconfianza en el sistema y el poder judicial. El autor explora una serie de sucesos que evidencian, a manera de mímesis de la sociedad costarricense actual, una realidad violenta, siniestra, alimentada por la corrupción policial, política, la desigualdad social, delincuencia y criminalidad organizada.
Todo ello como parte de la realidad ocultada, porque, precisamente suele incubar monstruos. O propiciarlos… en una ficción que combina la historia (el pasado) con el presente (actualidad), a modo de denuncia hacia la Historia oficial costarricense permeada de olvidos y silencios como parte de la amnesia de la desmemoria.
En esta obra, el autor se sumerge en una profunda y rigurosa investigación historiográfica para conferirle verosimilitud al texto, en vista de que hay datos y referencias que revisten de existencia extratextual. Esto, cabe decir no atenta contra la fluidez de las acciones narradas que se suceden o no, o bien que se esperan.
De esta manera, el pasado entra en tensión con un presente en plena decadencia y desorden, donde la violencia en todas sus formas vivenciales se mezcla con temas políticos, a modo de cuestionamiento y, a su vez, deslegitimación delos modelos de la construcción discursiva del mito de la paz e igualdad social de la nación costarricense. Prueba de esto son las constantes oscilaciones o transiciones entre historia (pasado), presente, ficción y narración literaria, que, según se propone, vendría a retractar críticamente el tejido social, político y cultural contextualizado en una sociedad costarricense en crisis y en completo caos.
Aspectos que, según mi criterio, se muestra de forma clara y directa, mientras el autor, en el plano discursivo-retórico trata de ficcionalizar algunas de las experiencias históricas vivenciadas en el siglo pasado en América Central y, por extensión Latinoamérica: las secuelas del imperialismo estadounidense, solo basta con citas el siguiente párrafo: “Fue cuando entraron los gringos y contrataron más hombres y empezaron a hacer la competencia. Lo amenazaron de muchas formas. Asaltaban sus mulas. Le quemaron el aserradero. Tuvo que empezar a venderles el oro a un precio irrisorio” (Corrales-Arias, 2023, p. 11).
Del párrafo citado, además, de mostrar discursivamente el modus operandi de las algunas compañías estadounidenses en el siglo XX, el intervencionismo (Costa Rica, Venezuela, Bolivia, Honduras) (p. 35). Así como, la violencia política y militar de los conflictos armados acontecidos en las décadas de 1970 hasta 1990 y la violencia tanto en el espacio económico, hogareño, familiar, social, político, por mencionar algunas, que siguen generando, hasta hoy, dolor, pérdidas, sufrimiento, angustias, migraciones o desplazamientos.
Otras huellas históricas ocasionadas por las desigualdades, la pobreza, las luchas sociales y su representación se ficcionalizan, sin afán de referirme a todos ellos, cabe citar (la minera ilegal por parte de coligalleros nacionales o extranjeros en distintas partes de nuestro país (Crucitas, Abangares, el Parque Nacional Corcovado), la mención directa de multinacionales y los movimientos estudiantiles de Aluminium Company of America (ALCOA) presenciados a finales de la década de los años de 1960 y a inicios de 1970, el Combo Energético de Costa Rica (Combo ICE) en el año 2000 y otras referencias sobre acontecimientos históricos necesarios para repensar, desenmascarar y descolonizar la historia de Costa Rica y América Latina.
La presencia de referencias históricas en la novela no es inocente, ya que la novela negra tiene como telón de fondo la crítica y análisis del acontecer histórico-político, inclusive, en algunos críticos afirman que la novela negra es una nueva vuelta a la novela social o nueva novela social. (Jastrzębska, 2012).
Llegados a este punto, cabe mencionar que la novela de Corrales-Arias al rozar con las propuestas estéticas y literarias propias de la novela negra actual hispanoamericana entabla espacios problemáticos que develan tensiones desde lo histórico, lo político, actualidad y ficción (Jastrzębska, 2012).
Inclusive, en esta misma línea, la novela en cuestión se sirve o toma como base la producción narrativa centroamericana de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, pues, las representaciones de la violencia, ya no se basa en proyectos políticos y revolucionarios, o bien de utopías sociales (Mackenbach y Ortiz, 2008), sino tan solo se trata de abrir una ventana a la verdadera historia, silenciada o soterrada por los discursos oficiales o hegemónicos, precisamente a través de un género tan predilecto como lo es la novela negra en su forma más clásica/tradicional.
De este modo, este libro está mayormente destinado para aquellos lectores (as), quienes sienten curiosidad por repensar y descolonizar la h/Historia, puesto que se invita a desmitificar y deconstruir esa comunidad imaginada basada en el discurso de la paz e igualdad social (étnica, económica), desde donde se ha construido la identidad nacional costarricense.
Al público lector, entonces, en realidad le corresponderá, de acuerdo a su competencia textual, descodificar la intención lúdica y la complicidad tan marcadamente en la novela, bajo las potencialidades del género, quienes serán los encargados de ejercer su “influencia” en la trama de la misma, mientras deberán ir rellenando o eliminado los vacíos o huecos en palabras de Jauss, y Wolfgang Iser, a priori de las pistas/anticipos/indicios o códigos que sostienen el sentido de lo narrado.
A partir de esto, Corrales Arias logra despertar el interés del lector, asegurándole una buena dosis de entretenimiento y permitiéndole sumergirse en una aventura con la intención de que nos convirtamos en uno más de los asistentes de nuestro querido detective o investigador de cuyo nombre no se menciona, otorgándole más misterio y hermetismo respecto a su identidad.
En Golfo Dulce, el autor no busca retractar una suerte de estereotipación de los problemas sociales, políticos y económicos (violencia y desigualdad social) de Centroamérica/Latinoamérica, tan sutilmente interiorizado en las relaciones de poder establecidas por la transversalidad de la “colonialidad del poder” (Quijano, 2000) euro-americana sobre los países latinoamericanos.
Es por esto que la obra de Corrales Arias, sigue un modelo muy propio de la narrativa latinoamericana de las últimas dos décadas, dado que subvierte la imagen otredad fijada desde boom latinoamericano que contribuyó a la asimilación o aceptación de una voluntad de otredad inducida desde los centros rectores del primer mundo.
A modo de conclusión, con esta obra, el autor proporciona al lector una nueva óptica en términos estéticos y literarios acerca de la novela negra, mientras contribuye a renovar este género desde su clásica manifestación. Al explorar y otorgar otros rasgos o características vigentes en la contemporaneidad que enriquece la comprensión del mismo, desde otros tintes que nacen desde y por Centroamérica.
Bibliografía
Corrales, A. (2023). Golfo Dulce. ASK BOOKS
Jastrzębska, A. S. (2012). Capacidad criminal, capacidad ficcional, tensiones entre historia y ficción en la novela negra centroamericana. Mitologías hoy, 6, 18-38.
Quijano, A. (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América latina. En E. Lander (Comp.), La colonialidad del saber: Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. (pp. 201-246). CLACSO.
Sarabia, R. (2016). De la insularidad a la continentalización: el neopolicial cubano de Leonardo Padura. ÍSTMICA. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras, (19), 257-266.
Mackenbach, W y Ortiz, A. (2008). (De)formaciones: violencia y narrativa en Centroamérica. IBEROAMERIANA, 8(32), 81-97. https://doi.org/10.18441/ibam.8.2008.32.81-97
NOTAS
[1] Bachiller en Enseñanza del Castellano y la Literatura por la Universidad de Costa Rica (UCR). Actualmente, es estudiante avanzada de estudios de posgrado en la Maestría Académica en Literatura Latinoamericana y del Bachillerato y Licenciatura en Archivística, ambas en la UCR. Entre las áreas de interés de investigación figuran la literatura latinoamericana, literatura comparada, la literatura fantástica, la literatura regional y la historiografía. Trabajos suyos aparecen publicados en revistas literarias y académicas de Costa Rica, España, México y Chile.
[2] A diferencia de la novela policíaca, en la novela negra es más indispensable la descripción de personajes y ambientes que las pistas y detalles que nos puedan ayudar a resolver o no la trama.