EL MISTERIOSO SENTIDO DEL DESIERTO: SOBRE HORCA, DE GUILLERMO BARQUERO
Por: Juan Pablo Morales Trigueros[1]
Una estudiante me comentó un día que, en su época de colegial, tuvo que planear una exposición, para la que escogió el tema del desierto. La profesora le señaló que era un tema difícil porque ¿qué podría decirse sobre él? Arena, calor… ¿luz, tal vez? Pues bien, la muchacha se aplicó y redactó una monografía con muchísima información sobre el desierto, los tipos de arena, su flora y su fauna, clima, variedades y demás.
Providencialmente, esta revelación de mi estudiante coincidió con los días en que yo comenzaba a leer Horca, la última novela de Guillermo Barquero, publicada el año pasado por Punto de Vista Editores y que le valió el premio Mario Monteforte Toledo de novela en 2021. La novela trata sobre una mujer que, por razones nunca esclarecidas, es abandonada precisamente en el desierto. Aventurarse a explicar algo más que esa premisa resulta atrevido, en tanto lo que se encuentra en esas páginas es un complejo ejercicio lingüístico que trasciende la trama y se adentra en la experimentación formal. Con todo, trataré de aproximar una reseña de un texto tan retador como fascinante.
Muy al estilo de Samuel Beckett y sus intentos por narrar el vacío, Barquero se empeña en llenar las páginas con las peripecias de su desafortunada protagonista quien, más que luchar por sobrevivir, se resigna a hacer lo único que le queda: recorrer las arenas interminables y construirse un nuevo mundo con lo poco que encuentra mientras, presumiblemente, la alcanza la muerte.
Esta línea narrativa, como el tema de exposición de mi estudiante, podría considerarse intimidante para cualquier narrador por el riesgo de que se agote demasiado rápido. Sin embargo, Barquero extiende su texto por 250 capítulos cortos (en un momento el texto llega a tener más capítulos que páginas) en las que alterna la narración con evocaciones líricas, reflexiones cercanas al flujo de consciencia y aforismos (de verdad: algunos capítulos constan de una sola línea), todo en esa prosa laberíntica y auto concentrada que caracteriza su obra entera.
El proceso de irremediable extinción que el personaje va sufriendo es tanto exterior como interior, pues sus encuentros con objetos insólitos, su hallazgo de una arena diferente y la construcción de diversos intentos de refugio se alternan con esos viajes instrospectivos, siempre a bordo de la palabra, donde Barquero da rienda suelta a su redacción imaginativa y escatológica. De hecho, más que viajes al interior del personaje, podríamos decir que son viajes al exterior del lenguaje, el que no es el exterior físico, sino su paralelo. El lenguaje, como las cosas, está ahí afuera, rodeando al personaje, por lo que el discurso lo recorre también. Poco a poco, este trabajo recargado con el texto va superando a la narración, la cual, sin dejarse de lado por completo, se ausenta por períodos cada vez más largos. Esto genera una superación también del género, en tanto más que una novela, podríamos decir que leemos una larguísima prosa poética, a falta de un nombre más preciso.
Y cuando digo “larguísima” el superlativo es completamente intencional. El texto termina resultando abrumador en tanto no parece revelar más que el propio material del que está hecho: más que una historia es ese amasijo de palabras entre el que cada vez es más difícil discurrir, pues poco a poco se vislumbra que, a pesar de que hay algunas breves regresiones que se asoman a la vida de la protagonista antes del exilio, y a pesar también de algunos enigmas que parecieran destinados a encontrar su solución, las esperanzas de obtener respuestas se van desgastando poco a poco, junto con la propia novela.
Semejante propuesta resulta desconcertante. Incluso, podría considerarse pretenciosa. Pero conociendo a Barquero, las cosas no han de ser tan simples. Siempre hay algo más, algo que, aunque sea artificiosamente (su literatura siempre parece plenamente consciente de que es justo eso: un artificio) justifica tanto exceso textual. Y es que tras concluir la lectura, la extenuación y el cansancio solo se pueden comparar a los que ha de provocar el recorrido minucioso de un desierto.
Y así, con esa consciencia, todo cobra un misterioso sentido.
NOTAS
[1] Nació en San José en 1984. Obtuvo el Bachillerato en Literatura y Lingüística en la Universidad Nacional en 2009, así como la Maestría en Literatura Latinoamericana de la Universidad de Costa Rica en 2014 y la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad de Salamanca en 2022. Artículos suyos han aparecido en diversas revistas académicas y libros. Desde 2015 ejerce como profesor de Comunicación y lenguaje en la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica.