UNA APROXIMACIÓN A LOS SIGNIFICADOS DE LA GUERRA EN CIEGO DE NOCHE(2023) DE PAÚL BENAVIDES[1]
Por: Roberto André Acuña[2]
El lingüista Michael Halliday, en su teoría sociosemántica[3], afirma que el intercambio simbólico es fundamentalmente interactivo y se realiza a través de los textos, en este caso poético. De tal forma, los significados son una corriente continua de selecciones léxicas que a través del texto activan connotaciones que cambian según el contexto y los sistemas culturales vigentes. De tal forma, en el poemario Ciego de noche (2023), el símbolo de la guerra presenta una alta frecuencia de aparición a lo largo del poemario y muestra cómo el poeta evidencia el modelaje del mundo contemporáneo, en términos histórico-materiales, pero también en la forma en la que la guerra modela nuestras subjetividades y relaciones, tanto globales como locales.
Cómo obviar los contextos socioculturales e imaginarios de nuestra contemporaneidad, donde la guerra es cotidiana y espiritual, en latitudes lejanas, tal como el conflicto de Ucrania, y la actual escalada entre Israel y Palestina; y en latitudes cercanas, con los desplazamientos forzados de las dictaduras latinoamericanas; pero bien, independientemente de la posición ideológica que nos convoque o nos enfile, mi comentario no pretende tomar posición militante, sino presentar cómo en el poemario de Paúl Benavides, la guerra es un símbolo que se presenta tanto como un elemento de conflictividad ideológica entre entidades macroeconómicas y políticas, con consecuencias y crímenes de guerra, así como una modeladora de nuestros conflictos internos psíquicos, micropolíticos[4]: una suerte de reactividad frente a la violencia, pero también la guerra íntima, la guerra del amor.
Y es que, tal como expresa el poema 43, la guerra es una constante del devenir histórico de la humanidad: no solo sufre el poeta contemporáneo del humo de la guerra, ya sea humo de carbón o humo lejano de saturación informativa parcial, sino también sufrieron los poetas ya muertos: Valéry, Rimbaud, Celan y todos los de la historia. Así, la guerra se perfila como un símbolo históricamente constante, modelador de la geopolítica, de los imaginarios sociales y de las subjetividades humanas en su complejidad inter e intrapsíquica.
[…]
¿Quién dirá con ellos sus poemas?
Sus largas frases sueltas como demonios.
Sus versos quietos entre el humo
de la guerra y los árboles rojos como ojos fríos.
[…]
Pero, ¿qué significaciones cobra el símbolo de la guerra en Ciego de noche? Es importante mencionar que es un poemario escrito en un lapso desbordado de guerras sociales entre Estados, religiones y etnias; escrito también en la complejidad de la guerra sanitaria contra la Covid-19. Por tanto, los entornos del significado donde se coloca el símbolo “guerra” y sus connotaciones presentan grosso modo dos núcleos semánticos identificables: (1) el amor, pero también la soledad, como una guerra inter e intrapersonal, micropolítica, derivada en desamor y añoranza y (2) la guerra como un conflicto material-histórico, macropolítico, social, que impacta ideológicamente la modelación del mundo sin importar las fronteras.
En el primer núcleo semántico, los poemas estilan el desamor como una imposibilidad del acto libre del amor; desamar se relaciona con la imposibilidad de la libertad amatoria, por lo que la instancia lírica añora al sujeto amado. En estos poemas, el desamor también converge con la trayectoria del tiempo que arruga las pieles y la memoria, arrostrando la memoria sentimental a la inevitabilidad de la muerte, el porvenir del olvido y las polillas de una guerra perdida que es amar a quien no se puede amar (léase el poema 8 como una muestra prototípica).
[…]
¿Cuánta libertad
hemos perdido?
¿Cuánto fuego
similar al resentimiento
hemos perdido?
Qué nos sacará de esta cárcel
tan amplia y sosegada,
tan casta como un templo
del miedo
sino cierto fuego
parecido al odio y
a la guerra.
[…]
En este poema, la materia y la inmateria del cuerpo amatorio se activan a partir del fuego que resignifica el cuerpo al convertirlo en ceniza y polvo. La instancia lírica reconoce que la chispa del amor ya no es lugar de alianza, sino terreno bélico, donde la libertad amaina y pareciera sellar la posibilidad de amarse cotidianamente, paralelamente al paso del tiempo que dobla la voluntad y lo orgánico.
Por su parte, el segundo núcleo semántico, activador de la guerra en términos histórico-materiales, ya no intra o interpersonales, sino colectivos y macropolíticos, plantea la guerra como una gran modeladora global y local, que permea al mundo de sus procesos, y obliga a las subjetividades, no solo del poeta, sino de la humanidad, a tomar posición (o no) frente a la muerte de un niño, la desesperanza del día vaciado por tanques y la tristeza de quienes mueren protegiendo a los amados.
Tocante a lo anterior, la guerra se perfila como una implicatura ideológica que nos reúne terrestremente en el dolor y la desesperanza frente a las “certezas” dogmáticas de la religión y sus consecuencias letales, así como también frente a las “certezas” de la gobernanza internacional y su incapacidad de afrontar los conflictos humanos en sus motivaciones más encarnadas y liminales. En este orden de sentido, el poema 31 alude al conflicto ruso-ucraniano y genera con el verbo “temblar” una metaforización poética, donde la incerteza y la neutralidad cunden en un mundo silenciado por el temor a la palabra, por el temor a la censura, a la cancelación, donde la literatura cobra gran relevancia para la transmisión de verdades incómodas y revolucionarias.
[…]
Pero tiembla un niño que mata a otro niño.
Juega a los malos y a los buenos.
La gramática no hace distinción
entre el ruso y el ucraniano,
y una madre es una madre:
una madre que tiembla
que tiembla.
Tiembla un girasol enorme como sol con hambre.
Su ojo se mueve al mundo
para poner la mañana donde estaba
la noche y la noche, donde estaba la mañana.
¿Habrá más noches y días con sus soles y sus pájaros?
[…]
Asimismo, la guerra supone la muerte tanto en los poemas donde el amor es sustantivo de guerra como en aquellos donde la guerra es por sí misma la pulsión política del caos humano. La muerte está presente como un destino inexorable, incapaz de evadirse, junto al tiempo; aumentada además por los conflictos sociohistóricos y sus crímenes potencialmente impunes. En términos poéticos, el tiempo concatena dolores y vejámenes, no solo del cuerpo, sino de la mente, deja ciego a quien pretende la vida, y desgasta la ilusión del recuerdo y la memoria; deja fantasmas y horrores, hogares asolados e ilusiones inconclusas (léase el poema 16).
[…]
Un soldado me entrega una carta a su novia.
Me dice que la lleve a su pueblo lejano.
Es una casa vieja,
donde hay un perro y dos gatos y dos sillas.
Ahora es un fantasma limpio e iluminado que camina
/ tranquilo.
La guerra no ha terminado, pero él ya está muerto.
Tiembla la ciudad y una fila de tanques
abren surcos en la tierra,
donde crecen flores de espanto.
Y en el extremo de la tarde donde la luz del sol no
/ acaba,
una mujer se disipa en el aire parecida a la ceniza.
[…]
Para terminar, la guerra como símbolo nos factoriza a todos en un mismo planeta, no solo a los vivos, sino también a los muertos. La guerra pareciera ser consustancial al lenguaje y su significación; es universal en su hecho y en su consecuencia. En el mundo contemporáneo, somos significadores activos de símbolos que nos superan en tiempo y espacio; pero, la guerra lejos de ser un significado monovalente, es polisémico. Esto último se evidencia claramente en Ciego de noche (2023). Benavides deslinda poéticamente que la guerra es una concatenación de luchas individuales, inter e intrapersonales, que deambula como fractal entre los ámbitos públicos y privados, íntimos y estatales, internos y fronterizos, y que nos dejan a los humanos en trincheras siempre construidas por nuestras pulsiones de la vida y la muerte.
NOTAS
[1] Leído en San José, el 29 de octubre del 2023, en la Fiesta Nacional de la Lectura
[2] San José, Costa Rica (1997). Filólogo con estudios de género y lingüística aplicada por la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional. Consultor lingüístico y literario con perspectiva de género y derechos humanos. Trabaja diversos géneros literarios, así como el performance. Recibió el Premio Pride 2023 a mejor obra literaria del año. Ha publicado Poesía sexánime (2022) y coeditado Séxtasis: Castrar el Diablo (2023); así como su producción ha sido antologada en Verso Diverso (2023) y Y2K (2019). Constantemente se encuentra navegando campos semánticos que interpelen su vivencia simbólica.
[3] Halliday, M. A. K. (1978). El lenguaje como semiótica social. Fondo de Cultura Económica.
[4] Guattari, F. y Rolnik, S. (2006). Micropolítica. Cartografías del deseo. Traficantes de sueños.