LA FE COMO SOPORTE DE UNA POÉTICA VITAL: EL CASO DE ARCADIO PARDO
Por: Antonio Díaz Mola[1]
De ahora y aquí para después (2022), libro póstumo de Arcadio Pardo, número 87 de la colección Cortalaire, y editado por la Fundación Jorge Guillén, constituye “un testamento final” (2022: 9) con que aspirar a una salvación humana de carácter personal y colectivo. Esto viene a decirnos María Eugenia Matía Amor en el prólogo, y no sin razón, pues la pulsión general del libro se impregna de una fe trascendente. Así, a lo largo de 27 poemas consecutivos, sin división estructural ni secciones, se plantean las profundidades del pensamiento de Arcadio Pardo en una suerte de disquisición contemplativa que indaga acerca de la compleja situación humana dentro de la inercia natural que supone la existencia. Diríase que se sustenta un eco global y armonioso en estos cantos que acogen la circunstancia de la vida como una fuente deseable de conocimiento, pues, en última instancia, es este el privilegio que nutre el espíritu cosmopolita de nuestro autor, quien pasó buena parte de su tiempo en Francia como docente en diversas instituciones y como cofundador del Liceo Español en París.
En efecto, la pugna contra el escepticismo queda cifrada en el conjunto de poemas que dan forma y fondo a la reflexión vivencial y espiritual del libro. Al estilo de un primum cognitum, las modalidades del ser en su dimensión poética se erigen con clarividencia temática y teórica. La densidad nuclear, no obstante, se suaviza con el alto vuelo lírico que ofrece Arcadio Pardo para remitir a tantas significaciones meditativas como permite la tensión de un sublimado lenguaje propio y absoluto, sin quiebras mundanas. El fundamento racional, además, se complementa con la carga de detalle de una apertura de horizontes en virtud de los cuales la voz poética, tan arrolladora y contundente, se muestra favorable a descubrir, de un modo exhaustivo, resquicios connaturales a la esencia humana. La poesía se liga, así, a connotaciones filosóficas que la hacen compatible con la emanación de una perspectiva mística, rayando el melifluo estilo simbolista del poeta vidente. Como fruto de esta consideración, se pone de relieve la noción de conciencia mediante la cual se adivinan realidades del devenir. Piénsese en un círculo borgiano donde el ideal del infinito se roza en la cal del muro, y luego esa cal, al llevar las manos a la cara, se convierte en humana trascendencia. Esto sería reconfigurar las operaciones de un sentido metafórico para sobrellevar la rémora vital. Y esto sería, dentro de otro orden exegético, el aire fresco que propone la poesía de Arcadio Pardo. El ejercicio íntimo de la escritura cobra sentido cuando se vuelve canto universal y espejo de autoevaluación. A partir de ahí, resulta razonable subrayar el culturalismo de nuestro poeta, su talante de erudición, su empecinada disciplina pensante. Existen numerosos ejemplos que dan buena cuenta de tales parámetros estéticos.
En el poema “Uno, y uno solo” puede leerse lo que sigue: «Cada llegada es un nacemos todos, / cada partida es un morimos / todos» (2022: 23). Aquí se sustantiva la idea de origen y final, pero en la sintonía de una universalidad ineludible que se impone a cualesquiera funcionamientos ilusorios de la imaginación. Es decir, lo racional permanece fundido con lo poético en busca de un derecho propio, el de no renunciar al canto como sistema filosófico de pensamiento y de belleza. La intención de reflejar verdades es, por consiguiente, una nota constante en este libro que consagra su elaboración a la noción objetiva de trascendencia pura y abarcadora. Por este motivo, y de forma orquestada, se consolida la cohesión dentro de la diversidad (qué perfecta paradoja) y, asimismo, se amplía lo particular hacia una categoría de identificaciones prolongadas con el público lector. La riqueza expresiva e introspectiva resulta notoria en grado sumo, y otro ejemplo de ello se desprende del poema “Ese rumor de nada”, donde se dice: «Aquel rumor del cosmos era, / y es. / Y será / estrépito de abrazos y derribos, / mejillas devoradas, / tentáculos sumidos en salivas / espaciales» (2022: 32). De nuevo queda patente la fuerza de la dinámica trascendencia, aunque dentro de un caudal erótico, y también de una fe que rumorea la continuación del amor más allá de todo lo visible. Es esta, a mi juicio, una secuencia que mantiene la energía del castellano con que Quevedo hablaba ya de los firmamentos y de los hombres. Por tanto, podría inferirse que ruido del universo no se debe tanto a las luces que estallan lejanas en un abandono indescifrable, sino, como sugiere Arcadio Pardo, al contacto físico de dos personas, por ejemplo, que hipotecan su existencia al soberbio arte de la pasión sensual. De esta forma, la única esperanza digna y aceptable para combatir conceptos tales como la muerte es el amor enardecido.
Al hilo de la universalidad trascendente ya expuesta, en el poema “Hoy” puede leerse: «Hoy conjugo los verbos en unánime: / Yo respiramos; o tú huelen las olas, / un solo segador están segando» (2022: 44). La determinación de libertad se proyecta en un solo sujeto operativo, que congrega en su naturaleza la multiplicidad de los siglos habidos y por haber. Tal idea, qué duda cabe, resulta soberanamente poética, y se distingue por su originalidad a la hora de convocar un instante presente que cuestiona la percepción estandarizada del tiempo. De hecho, el elemento paratextual “Hoy” indica el suceso de un día en donde todo ocurre, de tal modo que el sí y el no laten conjugados en la confusión de la simultaneidad. Ya expuso Santo Tomás que el amor es la matriz de todos los afectos del alma. Y con amor explica Arcadio Pardo en el poema “A lo mejor” que: «A lo mejor se conocieron en Luxor. / Se rozaron. Encuentro fulgurante. / A lo mejor se vieron, no se vieron. / Se respiraron, él volviendo / la mirada. / ¿Quién es? / Ella volviendo la mirada, / ¿quién así me perturba la mañana?» (2022: 38). Y con maestría, prosigue: «A lo mejor somos los sin edad, / los emergentes» (2022: 39). He aquí la evocación de un encuentro fugaz, pero eterno en la memoria y la nostalgia. Como Petrarca al ver de soslayo a Laura entre la multitud que se agolpa en un mercado, o como una excusa para hacerle sitio a la emoción y combatir el aburrimiento, o como la voluntad de establecer una unión vital con el cosmos, así propone nuestro poeta los lazos de atracción en la mirada, es decir, el detonante para implicarse en primera persona con la dirección que conduce a los pasos que creímos ver compatibles con los nuestros. El poema cierra con la imagen de los amantes a flote, florecientes; una imagen de gusto clásico y de supervivencia, no aislada en la dificultad de su realización, más bien articulada por la inercia de someterse a aquello que se siente como verdadero.
En el poema “Ese es otro allende” se dicta que: «Hay algo que no sé que nos conjuga, / y nos fraterna como en un allende / fuera del Tiempo y de los relieves, y le veo en los ojos los parajes / incógnitos» (2022: 53). Nuevamente, la idea de lo verdadero se ajusta a la certeza de saber que hay una divinidad que nos protege y nos enlaza a unos con otros. Es evidente la coparticipación entre el ser creador y el ser creado. Una nutritiva simbiosis que proclama la síntesis trascendente de un proyecto común donde el porvenir se inclina a una continuación dulce y memorable. Así pues, cada comienzo significa, en rigor, un recomienzo, y en la fe conductual del individuo se arma el rotundo valor de decir que sí a la vida. Un sí valiente y sin complejos. Un afán de darle conciencia combativa a los imperativos del no. Una intención de trasladarse hacia un plano de verosimilitud fragmentaria, lo mismo que el testimonio visual de una antigua vida en Pompeya tiene aún su eco en los colores de un mosaico. De ahí que las significaciones de las palabras trascendentales que emplea nuestro poeta se multipliquen dentro de una aureola de solemnidad y tradición. Todo ello sin menoscabo del aislamiento que la voz lírica requiere para su plasmación concreta. Que la operatividad conceptual irradie concreciones dentro de las posibilidades del significado poético de la fe, favorece, precisamente, la relación de causas racionales con creencias que configuran hondas reflexiones que se instalan en el imaginario universal, ya sea en forma de símbolos y lemas, ya sea por medio de cosmogonías, mitologías o genealogías.
Finalmente, se puede concluir que De ahora y aquí para después es un libro que propone la victoria de los que exaltan su estancia en el mundo con firmeza, sin titubeos y, por si fuera poco, que la conciben dentro de un ciclo místico de perpetua celebración. Los adverbios “ahora” y “aquí”, tan reveladores, son dos pilares de eternidad asceta. En resumidas cuentas, un libro que, bien mirado, actúa como ceremonia de los que ponen su fe en la poesía y, paralelamente, en el ritmo que fluye a través del alrededor que nos contiene. Casi nunca sale barato responderse a sí mismo con sinceridad. No obstante, Arcadio Pardo afronta el engorroso reto de darle su palabra a la Palabra. Y lo consigue con prodigiosa maestría.
NOTAS
[1] Antonio Díaz Mola (1994, Málaga) es graduado en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga, institución donde actualmente cursa el Doble Máster de Educación y Gestión del patrimonio literario. Ha sido beneficiario de la Beca de Colaboración que otorga el Ministerio en el área de Teoría de la Literatura, y también ha recibido una beca por la UIMP concedida a los mejores expedientes nacionales para integrarse en un curso de iniciación a la investigación. Su línea de estudio se centra en poéticas del siglo XX y XXI, y sus implicaciones periféricas. Respecto a su producción literaria, cabe resaltar Apostasía (Pre-Textos), obra que le mereció el XII Premio de Poesía Radio Nacional de España en 2020.