04 MINOR ARIAS UVA | AJKÖ KI No 1

04 MINOR ARIAS UVA | AJKÖ KI No 1

 

Sibú canta en la cordillera
 
Si alguien tiene poemas que decir,
que los diga al pie de la mañana,
que los cante con todo el cuerpo.
 
Curar es hablarle bonito al día.
 
Si uno duerme metido en la luz,
los espíritus del inframundo no lo visitan.
 
El amor nos hace gigantes como ceiba
y universo.
En corazón de Awá vive todo,
él es el curandero que vigila río y serpiente.
 
Awá ama sus hijos
porque en ellos su canto crece
como vuelo de águilas.
 
Awá puede conocerlo todo
pero no sabe nada. 
Por eso es feliz solo de estar.
 
 
De: 360 grados de poesía (2016).
 

 
Sechium Tacaco[1]
 
Para mi amigo Alejandro Madrigal Ramírez
en agradecimiento por su trabajo arduo,
en pro de nuestra gastronomía sostenible.
Nija na irrecú Alejandro Madrigal Ramírez
afepaquianh mip corroca cúa
Ni cua ija má jaica malac
 
[1] Traducción hecha al Maleku por Eugenio Álvarez Elizondo.
Los tacacos crecen únicamente en Costa Rica,
todo el año crecen
nutritivos y armoniosos.
 
Los nombraron por primera vez
nuestros ancestros los huetares.
Tacaco significa “durísimo”:
al secarse, su fruto endurece como una piedra.
 
Endémicos:
nos convirtieron en herederos de su sabor profundo.
Con su luz de enredadera
abrazan pendientes y empedrados,
y se trenzan con la selva.
Sus hojas verde–brillante,
vibran con el paso de las lloviznas.                                                                  
 
Familia de las cucurbitáceas,
primos cercanísimos de los chayotes, de las sandías y de los pepinos.
Ricos en Vitaminas y Minerales: ácido fólico, potasio, vitamina C.
Cuanto florecen:
cinco pétalos blanco-verdoso sostienen un sol diminuto.
Luego vienen los tacacos,
con estopa y sin estopa,
espinosos o pelones,
según la especie.
 
Su cáscara es una galaxia verde oscura tupida de estrellas.
En el centro guarda una semilla amarga.
Desde entonces,
los hemos comido sazones y tiernos.
sancochados y en sopa,
pelados en cruz.
 
En nuestra colorida olla de carne,
los tacacos le dan al caldo
ese sabor que aman las diosas de pelo blanco.
Ellas también los han cocinado con jarrete y pijibayes:
jugoso contraste verde anaranjado.
 
Hoy, gracias a los héroes de nuestra gastronomía,
los tacacos han vuelto,
rellenos de atún o de carne,
en puré, en miel,
en ensaladas, en encurtidos,
y hasta en helados.
Delicatesen de mesas anchas y mesas angostas.
 
Un tacaco
es un corazón que resguarda
el canto genuino de nuestra identidad.
 
 
***
 
 
Tacacos nico fáru ipunhe Costa Rica
tuerrifa icúru anhe
Chárinhé tocuf
 
Ioctecá irriquí maráme quirrijatacá
Ni maráma Huetares
Tacaco iquí = cajeyanh
Ota icajé maquíma óctara
 
Totiquífaru macorá ipunhe
 
Imlatenhe otacá iri ferfer
chifa orróqui icó iri ferfer
Nico iri ferfer cora putu
I áun coquirruninha imlatenhe
Otacá ipjurúye imlatenhe
 
Ní fáfacahe cucurbitáceae
Ni forá  chayotes, ninhafa sandias, ofa pepinos.
Echenh níco vitaminas y minerales: ácido fólico, potasio, vitamina C.
 
Pinhí ijutuánhe:
Ótinh punhi inha ijutu maquima nocosanhe tóji
Tacá quépe tacacos,
ijiquí tacáepemé ijiquí
jué i óra tacá epemé i óra
Acánhe acánhe
 
Ilenhe tiá tóji cuactenhe tiuric jijí jijí imlate latenhe.
Íputuco icúru coqueya
ojárif
Cuija ofa tulúja icó marálanhe
matujec orróqui ilicáco
Malequíjuc
 
Téptep ilicac
echenhe tacaco icuá echenhe
Iatatenhe tacá icuá tocumaráma chá unha ijá pué íptaiquiye
Ataca ninha chiujac irrituje téptep ófa júma í licac
Clónhafa í cúactenhe
 
Pai áfepaquianh matugesufá maráma
o ícuá amí ítonhé tacaco
icó jerronca jiquí ófa tép´tep y jiqui
sufainhanhe palojanh
Ní úco í punhe macarraca ifa  áfa o epeme icoré anhe
niní lacacha nenca Jútu ma poyepuc
 
Nunca poreteca iná totic.
 
 
De: Antología Poesías y ficciones Hispanoamericanas (2021).
 

 
Costa Rica, 1740
 
 
Nací esclavo.
Aquí se venden las personas como lotes de teja.
Para venderme rápido,
Mi dueño publicó un anuncio con mis características
“Educado, de buena salud interna y externa.
Dentadura intacta.
Canta y baila.
Trabaja sin resentimientos
Y tiene buena presencia”.
Me compraron a los ocho años.
 
Mis antepasados llegaron en los barcos
de los conquistadores.
Eran del Congo.
Allá los atraparon como liebres temblorosas
en las sabanas extensas.
 
Vender personas
Es una práctica bien remunerada,
Absoluta y triste.
 
A mi abuela la trajeron de Cuba,
Cuna fértil en la producción de esclavos.
Hacinados, sudorosos de muerte,
llegaron al Pacífico.
 
En Orotina se acordaron precios
Se hicieron buenos descuentos:
por brazos rotos,
por miradas enfermizas.
 
Y en la Plaza Mayor
De la muy noble y leal
Ciudad de Cartago.
se pregonaron las ofertas
“Quién da más por esta negra, trece años,
ancha de caderas, dentadura perfecta.
Es la última”.
 
A mí me vendió mi propio padre,
era lo normal.
 
Aquí en la Puebla de los Pardos,
donde se apareció la Virgen Parda,
vivimos los esclavos libres,
junto a zambos y mulatos.
Las Cruces de Caravaca son la frontera.
Soy un esclavo liberto,
Mi libertad la compró mi abuela,
Quien murió sangrando el trabajo.
 
Soy un cantante.
Mi corazón es una grieta.
Me agarré de las hilacha de luz
Para no secarme
Bajo mis propios escombros.
 
 
De: Médula africana. Memorial de la esclavitud (2019).
 

 
Terranauta
 
Mi abuelo es un guerrero de diez metros.
Todos los días saluda las galaxias
con relámpagos y oraciones,
mientras cenamos arroz de nieve
y escuchamos el desmedido lamento de las ranas.
 
Intuyendo el tenue llamado de las estrellas,
salimos de nuestro planeta
por entre escombros y planicies.
 
De regreso traemos este remolino de semillas,
y cada vez que salta algún rugido
nos lo ponemos así, en el pecho.
 
Es simple el cosmos, me dice,
cabe en los bigotes de un gato.
 
 
De: Mi abuelo volaba sobre robles amarillos (2018)
 

 
Morir al pie de la nostalgia
 
Siguiendo la música del bosque,
 entro en mis moléculas.
 
El río arrastra dantas y chanchos de monte,
los relámpagos casi carbonizan nuestro nacimiento.
 
Hacia el fondo,
donde se retuerce el trópico,
yace un rancho de viejas torceduras.
 
El hombre llora cabizbajo, agotado.
Ella murió pariendo a su primogénito.
De este lado llegó la noche.
 
Su corazón está hundido en la pesadumbre del barro.
Su pequeño se encuentra con una bocanada de oxígeno,
y el padre se levanta con la fuerza de los huracanes.
 
Ese niño es mi ancestro.
 

CURADURÍA: YORDAN ARROYO (COSTA RICA)

Minor Arias Uva: Escritor costarricense de raíces térrabas y borucas. Investigador. Es artista del Programa de Promoción Cultural de la UNED. Posee varios poemarios y libros de cuentos publicados. Profesor del Colegio Universitario de Cartago, y de la Universidad Estatal a Distancia. Es integrante de la Unión Hispanomundial de Escritores en Costa Rica. También, se desarrolla como mascarero.