ODA A G. HAGI
Hagi,
el viejo anda en bata negra
y parece no escuchar las voces.
Con un gesto de su boca blanca
dice basta.
La bella diosa juega con su alacrán,
el viejo sale de su cueva
con el candil rumano
y la botella de vino azul.
En Bucarest ya nadie cree en flores, Hagi,
pero sales con un par de lirios en los pies
y caminas por una ruta de astros de Hachís.
Te persigue cansada la Vía Láctea
cuando llegas a Madrid a venerar tu secreto.
Anoche te dabas un beso húmedo
con la arpía de cabellos rubios
Ahora cantas una canción de fuego y luna
en honor del último de los Cárpatos.
(Pero el míster no te escuchaba, Hagi)
El conde está de malas
y se acuesta refunfuñando
mientras se hace de madrugada.
Se ha mirado en el cristal
pero no ha visto su rostro:
mira a Alicia,
que llora en el cuarto de los espejos
y llora,
no a través
sino desnuda, delante del espejo.
GOLEM Y ESPEJO
Comió de tu mismo plato
caminó las mismas callejuelas de Praga
mientras el viento y la lluvia mojaba
a la mujer que ambos amaron.
Hoy pregunta el Sr. Meyrink
quién es aquél al que dieron vida las
agrias palabras del Rabino.
Escondido en su parapeto
de sombras y de fuego,
como un filósofo antiguo,
invocando los misterios de Orfeo;
atado a su pequeña cuerda de siglos
el titiritero se pregunta
¿quién es la marioneta?
¿cuál es su nombre?
NOVELA NEGRA
Aquel pájaro maltés de la muerte
fue definitivo.
Luego aquellos ojos donde ella mezclaba el amor con la codicia,
mirándote desde el fondo
de un vaso de scotch.
Mal te ocultabas, detective,
entre viejas gabardinas,
cartas marcadas de póker,
y maneras de hombre rudo.
Ella cruzaba la pierna
como guardando un tesoro
-que valía lo mismo que la muerte-
y entre pintura de labios
ahogaba un cigarro de tabaco oscuro
que seguirá por siglos
llorando ceniza y humo.
Tú imaginabas un volcán
y tu corazón se hacía trizas
como víctima del Vesubio.
Todo lo calculaste:
Los policías corruptos
brindando en el nombre de La ley seca
y los muertos que aparecían como títeres
de San Valentín en tu memoria borrosa.
Y llevabas su sangre como tinta negra
bailando entre los pliegues de un pañuelo
que olvidaste entre las calles de la ciudad.
Pero en tus cálculos
solo un corazón cansado entre fuga y fuga
se sienta a escuchar el lamento de los trenes.
CREDO
Dios es blanco
como la cal
Dios es hombre como el pasto
Es múltiple como la arena
Es uno como el océano
Bueno como el calor
de un amante / de una amante
Duro como el globo del ojo
Dios es firme como la pistola del sicario
Como las muletillas del torero
y la saliva del toro
Se deja balancear
como los elefantes de la canción
que no son Uno
sino múltiples
(pero en el fondo son uno)
Uno y múltiple
como los querubines
Como los ángeles
que también son negros
Como el café
y como la noche que el café
vuelve eterna
UNIVERSO INFINITO Y MUNDOS POSIBLES
…que el lugar de las almas condenadas está en mitad del sol
FRAY MANUEL ANTONIO DE RIVAS (1775)
Los habitantes del sol
no conocen
la sed ni la noche.
Contemplan el fantasma del Siroco
como una hoguera sin polvo.
Son ciegos.
Son sordos.
En sus religiones no sopla
la virtud del alma
porque desconocen
las sombras y el aliento.
Ellos construyeron sus ciudades,
sus trenes,
sus templos de dioses oscuros
que en el ir y venir lento
de radiantes olas de luz
parecían agujeros negros
y profundos.
Soñaron sus propias faunas,
sus bestias.
Levantaron la claridad
negando la luz del día.
No se vive mal en el sol,
pero en el centro del astro
la imaginación
resiente la falta de lunas
o de cielos claros,
la caída inesperada de la nieve
en una tarde cualquiera de abril
o una puesta dorada
para colocar un par de corazones
sobre una bandeja de plata.
Y el secreto de las aves,
y la confusión de los eclipses
cayendo sobre las puertas en bajo relieve.
Quemados por la intensidad
de estaciones eternas
los habitantes mueren
en una rueda inmensa
que no se mueve,
con sus trabajos
y sus días sin término.
En los hoteles contemplan
sus cuerpos desnudos,
sus pechos,
sus sexos que arden
sobre espejos brillantes,
sudorosos y secos
como mares de cal.
Y van poblando
el laberinto de naranja
que se les ha vuelto la vida
con sus ojos plateados,
sus lenguas blancas,
con las barbas lentas
que arrastran como esclavos.
Mauricio Molina Delgado: Profesor catedrático de la Universidad de Costa Rica. Actualmente es director de la Escuela de Filosofía e investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas y del Instituto de Investigaciones Psicológicas de dicha universidad. Tiene una licenciatura en Estadística y una maestría en Ciencias Cognoscitivas por la Universidad de Costa Rica y un doctorado en Psicología por la Universidad Aristotélica de Tesalónica, Grecia. Ha publicado entre otros libros de poesía Abominable libro de la nieve (Mexico, 1999, Premio Sor Juana Inés de la Cruz) y Abrir las puertas del mar (Premio Editorial Costa Rica, 2004). En 1998 obtuvo el premio Sor Juana Inés de la Cruz en Poesía y en 2004 el Premio Editorial Costa Rica. Recibió el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría 2016 en poesía.
Ha publicado los siguientes libros de poesía: Abominable libro de la nieve (1999), (Mexico, D. F., CONACULTA, 1999; San José, Ediciones Perro Azul, 1999; San José, Espiral, 2014) Premio Sor Juana Inés de la Cruz, 1998; Maremonstrum, (Municipalidad de Temuco, Chile, 2000; San José, Perro Azul, 2000), Mención de honor en el premio Pablo Neruda vive, 2000 convocado por la Municipalidad de Temuco, Chile; Abrir las puertas del mar (Editorial Costa Rica, 2004), Premio Editorial Costa Rica, 2004; Cuadernos de Salónica (San José, Espiral, 2012); Treinta y seis daguerrotipos de Diotima desnuda (Sevilla, España, Isla de Siltolá, 2016).
CURADURÍA: Sean Salas (Costa Rica).