COLOR UMBILICAL
Traigo los pasos para domar mi cólera
y el camino de la sed.
Un día inacabado en el álbum cívico
que señala cada cosa perdida.
La resignación por sueños que huyen
como huraños colores en un juego de Tetris.
La brisa de tiempos que creí mejores,
cuando resolvía el frío
en el cuarto de mi abuela,
donde vivía su cariño
y la colcha verde que borraba la noche.
Traigo los pasos que me piden volver:
situar el aire para poner en órbita
la cometa umbilical, el trozo de luz
que me trajo al mundo para llevarme lejos.
EL MILAGRO
Década de los cincuenta:
el pueblo está de fiesta,
un cable se desprende
y deja sin luz a todo el parque.
Mi padre cae al suelo
fulminado por mil voltios.
Su mamá llora
hasta perder la memoria.
Por aquel tiempo
mi abuelo era un minero:
si hubiese vuelto
del fondo de la tierra
habría descubierto
que uno de sus hijos murió.
Mis tíos son dos niños:
no pueden levantar
a su hermanito de la muerte.
Más que llorar
sus lágrimas lastiman
a todo el pueblo.
Dos horas después
–cubierto con una sábana blanca–
papá despierta.
La gente hace un murmullo
tan fuerte
que comienza a llover.
El sacerdote promete anunciar
el milagro
en la misa de las cinco.
Los vecinos guardan el ataúd
y corren a sus guitarras.
Mi abuela besa a su hijo
como a un río que vuelve.
La fiesta puede continuar.
ESCUELA DE PÁJAROS
Hay dos pájaros
en el cielorraso de mi casa.
Entre ellos y mi angustia
brilla un tragaluz.
Los escucho golpearse
en busca de ventanas que no existen.
Abro una lámina y meto la cabeza.
No son dos cuervos
ni me sacarán los ojos.
Despliego un sendero de pan molido
hacia la ventana.
Su miedo frena al colibrí
que llevan en el pecho.
Hay dos aves en el cielorraso:
cuatro alas que me duelen
como una tormenta de pájaros.
PRIMERA RAÍZ
Migrar es un asunto de pájaros
y hacer nido en la espera.
Para muchos es un purgatorio,
deambulan en busca de un abrazo
–una mirada–
que les permita llegar.
Pocos tuvimos suerte,
en ambas cornisas del río
una familia calma
nuestra madeja de arena.
Quien no haya migrado
en sí mismo
ni a través de sus antepasados
que muestre la primera raíz.
BIOGRAFÍA DE UN BARCO
César Vargas es un barco.
Zarpó al océano de México
rumbo a la palabra Norte,
quince días le tomó alcanzar su sueño.
Eran otros tiempos: La Bestia
permitía a los migrantes
ingresar a sus vagones.
Cuando frenaba el humo
de su locomoción,
podían bajarse y tomar la estrella
despejada en el camino.
Llegó a Estados Unidos
un día antes del partido de fútbol
más importante de nuestra historia.
Su travesía había sido perfecta,
hasta que el árbitro pitó un penal
a favor de la anfitriona en España 82.
En su testimonio
entendí que el primer gol de Honduras
en un Mundial
debería ser un símbolo patrio.
Una maleta
en las afueras de un aeropuerto
es el primer recuerdo que tengo de él;
nos lanzamos al suelo
para desnudarla como a una piñata.
Quedamos impregnados
de Sueño Americano.
Ropa y juguetes fumigados
por Estados Unidos.
Un olor que sigue en nosotros
como una franja que cruza
de lado a lado
la bandera de una historia nacional.
Dennis Ávila Vargas: (Tegucigalpa, Honduras, 1981). Una selección de sus primeros libros de poesía se reúne en la antología Geometría elemental (2014). En el año 2016, Ediciones Perro Azul (Costa Rica) publicó La infancia es una película de culto, reeditado en El Salvador, Puerto Rico y España. En el año 2017, Amargord Ediciones publicó Ropa Americana, reeditado en México y Jordania. En el año 2019, publicó Historia de la sed (Amargord Ediciones). Su libro, Los excesos milenarios, obtuvo el Premio Internacional de Poesía "Pilar Fernández Labrador" (España, 2020). La Colección Primavera Poética publicó su antología Escuela de pájaros (Perú, 2020).
CURADURÍA: Sean Salas (Costa Rica)