LA LUZ DE TU POBREZA
Ahora
que rodeada de objetos innumerables
examinas la luz de tu pobreza,
y como un asesino, piensas que sólo cuentas con tus manos,
nada puedes perder:
todo aquello que hagas
goza de inmunidad porque tu juez ha muerto.
Ahora que no te debes
sólo a tu corazón y sus hogueras,
arde en tu levedad, por fin purificada.
El desamor del que amas te hace libre.
UN CUENTO ANTIGUO
Los empleados del hotel ya conocen la escena:
una mujer que llega
de madrugada, o en mitad de un domingo,
sin equipaje
absorta
todavía humillada
sopesando.
En la habitación llueve, siempre llueve.
Y ella no trae nada, ni un paraguas
ni un cepillo de dientes,
ni cuchillas, ni xanax.
Los empleados de hotel no oyen lo que resuena
en ese cuarto:
un crepitar de incendio, un canto amargo
que va hacia atrás, hacia su propio origen.
Alguien allí nos cuenta un cuento antiguo,
alguien solloza y reza
pidiendo un par de alas.
TRINIDAD
La de hace tanto tiempo, la niñita
que duerme, se despierta
y llora allá en el fondo de la gruta
que has levantado piedra a piedra.
Sientes
su imperioso llamado,
su miedo o su capricho. Y te das vuelta
y le das vuelta
al amasijo informe del pasado.
La vieja que hay en ti, la de mil años,
serena el corazón, le cuenta historias,
lo amojama, lo cura con ceniza.
Debajo de las dos hay un cuerpo que arde,
una mujer eterna, suspendida
en sus veintidós años. En la noche,
entre el llanto y la sal ella suspira.
NOSTALGIA DE LO IMPOSIBLE
Desde la estantería
los libros no leídos me miran con la misma
herida indiferencia de una novia agraviada.
Hoy, como tantas otras veces,
su silencioso estar ahí
—en mi tarde
que rumia perezosa los instantes—
chirrea como una puerta de goznes oxidados
que el viento lleva y trae, y que me impide
concentrarme en las líneas del poema.
El pajarraco del desasosiego
vuela estrellándose con las paredes.
Los libros no leídos me contemplan
con una obstinación orgullosa y distante.
Y logran inquietarme,
porque me hacen pensar en esas calles
—que jamás transité—
en donde lo esperado me esperaba.
AGUJERO NEGRO
¿A dónde va el deseo
cuando no sabe dónde posarse?
¿Qué rumbo toma
después de estar girando como cometa loca
que no renuncia al cielo
ni quiere desprenderse de la tierra?
A alguna parte habrá de ir con su brío de guerra,
con su sed y su dulce quemadura.
A otro ha de encontrar para incendiarlo,
y enceguecerlo,
y dejarlo como una estrella muerta que en su médula lleva
(como una maldición)
el destello de luz de la memoria.
Piedad Bonnett: Licenciada en Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes y tiene una maestría en Teoría del Arte y la Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado ocho libros de poemas y varias antologías. También es dramaturga y autora de cinco novelas y de un libro testimonia sobre la muerte de su hijo, Lo que no tiene nombre, incluido en 2016 por Babelia, España, entre los 100 mejores libros de los últimos 25 años. Con El hilo de los días ganó el Premio Nacional de Poesía otorgado por el Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, en 1994; en 2011, con Explicaciones no pedidas, ganó el premio Casa de América de poesía americana de Madrid; en 2012, en Aguascalientes, México, ganó el Premio Víctor Sandoval, dentro del Encuentro de Poetas del Mundo Latino, por el aporte de su poesía a la lengua castellana; en 2014 el José Lezama Lima de Casa de las Américas, y en 2016 el Premio Generación del 27 en Málaga, España, por su libro Los habitados.
CURADURÍA: Sean Salas (Costa Rica)