No nos era debido este sol entornado de la tarde
ni estas manos, que pudieron ser nada y son caricia.
No nos era debida la equidad
ni los demás conceptos nobilísimos
que pululan
brujuleándonos la sangre, azulándonos el sueño.
Completo estaba el mundo sin tus ojos
y completa
estaba la nada sin el mundo.
Perfecta y purísima, incontestable nada
era.
No nos era tampoco debido
este empeño de querernos, esta luz de querernos
con el astral deseo conjugado,
con la inclinación caducifolia de los sauces.
No nos eran debidos los sauces
ni la idea misma de inclinación
ni tampoco la asociación de los unos y la otra
(si bien tampoco su ausencia era debida).
Cierra los ojos imagina tu cuerpo sin tus ojos,
tu cuerpo sin mi cuerpo,
mi cuerpo sin la invención de la promesa.
Porque no nos éramos debidos.
Imagina perros y asnos y flautas sin fábula,
la fábula sin la amenaza de un desbordamiento.
Lo real sin la ficción, la ficción sin el perfume
de un futuro cerniéndose
(aleteaba un fervor sobre las aguas).
Imagínate sin la capacidad de imaginar.
Porque los fósiles de braquiosaurio y las civilizaciones perdidas
y el teorema de Gödel
y la extracción de la piedra de la locura
no nos eran debidos.
Y todo lo que nos da hambre y nos la quita no nos era debido.
Y el misterio. El misterio no nos era debido:
ave que muy barroca semitrina
sobre una rama a punto de romperse.
Herz und Mund und Tat und Leben no nos era debida en absoluto.
Ni el Moldava. Ni la sonrisa aquella
que todo lo ha enjuagado.
Pero todo esto es. Está.
De ahí la poesía.
(En: En tu espalda el desierto, 2023).
DICCIONARIO
Podrás leer este mundo
cuando hagas experiencia de tu fragilidad.
Cuando muera Patroclo, tu talón.
Cuando avances con tu hijo deforme hacia el rabino
y le grites milenios de tierra removida.
Cuando alondra le esperes, señora Bovary,
ave y dispuesta ya para la fuga,
y son las diez y no, las once y no, y son las doce
y nunca.
Mano tomada, mano soltada, enfermo de la noche:
no puedes, tú no puedes retenerle,
inútil comepiedras.
Cuando Judas te bese y se te agolpe en llanto
todo el amor del mundo.
Ningún diccionario antes será posible.
Ninguna gramática te hará legible el día.
No hasta entonces.
No hasta el toque alumbrado del dolor.
Tú, mientras tanto, aguarda,
enciende soles,
acicala tu piel y, cuando llegue,
no rechaces la herida.
(En: En tu espalda el desierto, 2023).
CANTIGA DE AMIGO
Y por qué no apareces.
Y por qué no apareces ahora que tengo la lengua pegada a los pulmones,
ahora que devoro con fruición gramos de hambre
y me ruedan los ojos
ventana abajo
hasta los adoquines.
Y por qué no te vistes de esta tarde fantástica
de luz atenuada
y apareces.
Que tengo un ruiseñor de incertidumbre piándome los dedos.
Que tengo melaza en las pestañas y rabeles en la boca del estómago.
Que se me clavan las puntas de la estrella adentro y se me desnorta la brújula uterina.
Que vuelvo a tener miedo de la muerte.
Que vuelvo a tener miedo de la muerte.
Que de alacrán y ausencia vuelvo a bailar con el hueco que acoge todo hueco.
Dónde estás, meu amigo, dónde estás,
meu amigo salvaje y lleno de desprendimientos,
meu amigo tan lleno de vidrieras góticas tan lleno de salmos voladores
tan de presencia pura.
Meu, meu amigo.
Y dónde te has guardado tu caricia de arcángel, tu devastación de pan de oro.
Y por qué no apareces
si tú no eres pábilo vacilante
si tú no eres
una de las argucias de la noche.
Que eres de sol, amigo, que eres de hiedra polifónica,
que eres suave y planeta, que eres muérdago.
Ay, meu amigo, ay estas manos con hijos del subsuelo, ay este albor de Iseo
la de las manos blancas.
Ay, ay, meu amigo, esta pobreza.
Ay, meu amigo, este animal de verte. Esta rosa de verte. Esta palpitación.
Y por qué no apareces, meu amigo.
(En: En tu espalda el desierto, 2023).
Querría estrangular este poema,
matar estas palabras
porque a veces no expresan,
solo ensucian
o entierran
como limo que priva del tesoro.
No hay odio suficiente, de tanto que merecen.
Mira qué inconsecuencia,
mira qué detestable necedad:
pretender envolverte mi amor en este fósil
que llamamos lenguaje
cuando decir lenguaje es triar un ataúd para lo vivo.
Yo querría
que quedara tan solo
lo puro del corazón.
Que él te descubrieras
tan lejano de todas mis palabras,
tan superior a todas.
Que en su fondo no hubiera rastro de ellas
ni de mí.
Pero este poema es también parte
de aquella paradoja de lo humano
que se busca a sí misma
en un deseo
virado a lo imposible.
Por eso aún pretende, temerario,
que sepas que te quiero.
A pesar de ese abismo que separa
el anhelo infinito
de sus menguantes logros,
a pesar de que este poema huele a agua estancada,
a víscera pudriéndose,
a carne en descomposición,
yo te suplico un salto
al vacío:
cree en este amor que en él tienta decirse.
Como todo lo sacro, también la palabra
pide un acto de fe.
(En: En tu espalda el desierto, 2023).
El poema está ya escrito
porque todas las palabras están en el mundo
Hay al pie de los ojos un prado guarnecido de palabras
Están las palabras de la disección
las de la afinación perfecta
Están las palabras del canto de la noche
rodada Incluso están
tan tuyas
tus palabras
Tan solo hay que ahuyentar las que no sirven
llenar el cuentagotas
depositar el líquido esperando el contraste
Palabras ligeramente radioactivas
Ir apagando en silencio las demás
colocar las cortinas
ajustar bien la tapa
reducir el lenguaje a su esqueleto
Todos los poemas del mundo están escritos ya
esperando
que algún incauto barra la hojarasca
Nos rodean como un enjambre peligroso
Aún no podemos verlos
(En: En tu espalda el desierto, 2023).
Carmen Palomo Pinel (Madrid, 1980): es doctora con Premio Extraordinario en Derecho Romano, materia de la que es profesora en la universidad CEU San Pablo de Madrid. Compagina su labor investigadora y docente con la escritura poética. Ha publicado los libros Glosas al fuego (Hebel, 2016, edición bilingüe español-italiano, I Premio Internacional de Poesía «Francisco de Aldana»); Las costuras del hambre (Esdrújula Ediciones, 2019, II premio Esdrújula); Un silencio habitado (Diputación de Salamanca, 2021, accésit del VIII Premio Internacional de «Poesía Pilar Fernández Labrador»), DIDO (Universidad Popular José Hierro, 2021, XXXII Premio Nacional de poesía José Hierro), Madre de cenizas (Gravitaciones, 2022, I Premio de poesía «Gravitaciones») y En tu espalda el desierto (Diputación de Soria, 2023, XLI Premio Leonor de Poesía). Además de estos, su poesía ha obtenido otros premios y reconocimientos: premio de poesía «Miguel Hernández» (1998), premio Ángel Herrera (2001) y premio de poesía Universidad San Pablo CEU (2002 y 2003). Ha sido también finalista de los premios «Gerardo Diego» (2015) y «Antonio Salvado» (2021), y ha obtenido el accésit del premio «Gastón Baquero» (2021). En 2023 ha resultado finalista en los premios Jaén, Premio Internacional de Poesía de Fuente Vaqueros y Fundación Loewe de poesía. Muestras de su obra aparecen recogidas en diversas revistas y antologías.
CURADURÍA: Yordan Arroyo (Costa Rica).