FRANCISCO HERNÁNDEZ  | REVISTA AJKÖ KI No 3

FRANCISCO HERNÁNDEZ | REVISTA AJKÖ KI No 3

 

 

PALABRAS POR EL VIENTO

 

Para Efraín Bartolomé

 

Conocemos al viento cuando al salir del agua

nos llega al entrecejo su flecha congelada.

Sabemos de su paso por las nubes, los ahorcados

y las columnas que se levantan de las fogatas.

De su furia nos cuenta el oyamel caído en la barranca;

de su delgado silbo, la infinidad de voces

en cavernas lejanas.

Pero ignoramos todo de su encuentro inicial

con el olor de las piedras,

del primer solitario que lo hizo música,

del arranque de las plumas veloces recorriéndolo.

Nada sabemos de su edad ni de los montes

que hace girar cuando se aleja.

Cruza jardines, cribas y hospitales

como río que viene de otras tierras

para ordenar a su antojo estas palabras.

 

(En: En las pupilas del que regresa, 1991).

 


 

LA DEGRADACIÓN DE LA PRIMAVERA

 

I

 

La he mirado con lástima en los últimos meses.

Estoy en un décimo piso y hasta acá llegan los bramidos de las perforadoras, el rumor de los automóviles y gemidos de perros negándose a morir.

 

La observo fijamente, trato de ver el sol entre sus brumas. A tan temprana hora, la ciudad es un paquidermo que bosteza.

 

II

 

Huele mal la ciudad. Con la llegada de la primavera han florecido las alcantarillas. En medio del polvo y el ozono brotan vislumbres de jacarandas, alfanjes de colorines y un olor penetrante a naranjas podridas.

 

III

 

Abajo hay policías, boleros, enfermeras, enanos, asaltantes. Llamas de incendios salen por las ventanas y el ulular de las sirenas anuncia el señorío de la violencia.

 

Aquí, en el décimo pésimo, los muertos caminamos con recelo, angustiados, alertas, no sea que nos vayan a matar de nuevo.

 

 

IV

 

Las azoteas son patios elevados, nidos de gatas, el último rincón de las macetas.

En jaulas se destiñen sábanas, manteles y camisas de fuerza. No sopla el viento y un anuncio de cerveza se desploma. Una viejita lucha con avispas imaginarias. Un ciclista recuerda las mañanas en que se veían los volcanes, se distrae y una combi le parte las costillas.

 

V

 

Hay más antenas parabólicas que árboles. Zopilotes pequeños, muy parecidos a palomas, sobrevuelan las calles en busca de migajas o excremento.

Los cilindros de gas empollan su potencia. Los tinacos tienen la boca seca y esperan, temblorosos, la temporada de la lluvia ácida.

 

VI

 

No dejan de sonar los teléfonos. Otros muertos nos llaman de lejanos cementerios verticales.

 

Afuera, el color dominante es el gris. Aquí, en el décimo piso, nada tiene color, salvo los labios de las muertas.

 

Me asomo nuevamente para admirar la primavera.

 

Rodeados de basura se besan los amantes y se aparean las ratas.

 

(En: Última voluntad, ¿?, véase Grado de tentativa, 2016).

 


 

LA MEJORÍA DEL SUICIDIO

 

El padre de Georg Trakl lo sabía muy bien: un hijo poeta puede hacerte renegar de la vida. Por eso, cuando el 3 de febrero de 1887 su esposa María Halik dio a luz un niño de poco peso, muy inquieto y casi transparente, levantó los ojos al cielo y rogó porque el recién nacido permaneciese a prudente distancia de los espejos y la literatura. Sin embargo, espejos y letras lo persiguieron siempre. Nunca estuvo a salvo de su imagen insignificancia y de la superioridad de su poesía.

La dicha de una infancia triste lo rodeó con su luz. El padre, en su distancia, sueña con vender materiales para construcción. El interés de su madre se centra en coleccionar antigüedades. Georg y su hermana Margarita, la amada Grete, disfrutan los escondrijos de la casa, el contacto furtivo de los labios y las lecciones de piano. Más tarde compartirán también los efectos del opio y la cocaína.

Trató de ahogarse en un estanque. Lo juzgaron una caída y nadie le dio importancia a su intento fallido. Las vías del tren lo atraían como imanes, pero las composiciones de Schubert, Chopin y Liszt, aunadas a las lecturas de Ibsen y Maeterlinck, le permiten encontrar asideros. Escribe teatro y versos donde pululan arañas, murciélagos, epidemias, lluvias constantes y la nostalgia por ese paraíso que sólo gozan los nonatos.

Fue un mal estudiante. Alguien que conoce el fulgor de las pupilas de Dios y sabe de los agusanados párpados angélicos, no puede tener buenas calificaciones en matemáticas o latín. Detesta lo rojo del dinero, no le simpatizan los austriacos y pide la cabeza de aquellos alemanes seducidos por la modernidad.

Rimbaud, Hölderlin, Baudelaire, Nietzsche y Dostoievski, nutren sus horas de lunático. Espejos de la verdad lo acercan a estudios de farmacia. Dos años después consigue trabajo en El Ángel Blanco, una botica que todavía existe en Salzburgo. El amor por Grete se ahonda y la culpa crece. La depresión lo hace pensar en la mejoría del suicidio.

No está solo. Con amigos afines funda círculos literarios con nombres de dioses griegos. Publica, se sumerge en el alcohol y el veronal, lo envuelve el cloroformo, frecuenta prostitutas de la Judengasse.

Tres o cuatro colores llegan a obsesionarle. Intenta pintar un depósito de cadáveres repleto de girasoles y aparece su retrato. Huraño, polémico, ajeno a los territorios de la vida real, la soporta porque piensa continuamente en quitársela. Se protege con música, poesía y los vapores del incesto. Borneo, en ese tiempo colonia holandesa, surge en su delirio como una posibilidad de escape.

Le horroriza la violencia. Odia especialmente la cacería. Ve a su hermana como una cierva azul que cruza bosques, amenazada por el celo de los cazadores. La luna incrementa el púrpura de su locura. Llenas de caricias prohibidas, desea meter sus manos dentro de las letrinas. En los espejos crecen jacintos y amapolas. Ve publicado su libro Poemas pero de Sebastián en el sueño sólo alcanza a corregir galeras.

La guerra del 14 completa sus terrores y al ser enviado al frente, lo rebasa la realidad con múltiples espejos estrellados. Se incorpora a las tropas austro-húngaras, sabe lo que es el verdadero espanto después de la batalla de Grodek, en la Galitzia de entonces, actual territorio ucraniano. Debe atender heridos graves en un granero. Algunos le piden que los mate, otros se suicidan. Lo paraliza la desesperanza. Piensa en su hermana y avanza su furgón de culpas. Intenta quitarse la vida con un revólver, lo detienen sus compañeros. Camino al hospital militar, ve árboles con ahorcados movidos ligeramente por el viento. Sabe que la humanidad no tiene escapatoria. Ya en el hospital, teme que lo fusilen por cobarde. Comparte la habitación con un soldado y su delirium tremens. Se le presenta un ángel blanco y con dulces palabras lo consuela.

Consignan los libros que Georg Trakl murió por una sobredosis de cocaína, a los 27 años. También señalan que en Berlín, tres años más tarde, Grete se dio un tiro en el corazón.

 

(En: Mascarón de prosa, 1997).

 


 

EL CAZADOR

 

Ibas a la montaña en busca de jaguares,

tapires o faisanes.

Siempre te acompañaba la mujer de otro.

En mis sueños te veía raudo por la playa,

eludiendo tenazas de cangrejos azules.

Ahora caminarás desnudo por la noche sin término.

Ojalá te encuentres con los ojos

de todos los animales que mataste.

(En: En las pupilas del que regresa, 1991).

 


 

MAL DE GRAVES (FRAGMENTO)

 

ROBERT       La mirada su propio color tiene

GRAVES:     

Hay voces de colores similares al cinabrio.

                        Hay voces de manifestaciones vinculadas

                        a sistemas religiosos.

                        Mirar lo rojo tiñe la nieve.

                       

                        Ver lo nocturno es exponer el pecho

                        al filo de un asesinato.

 

                        Las letras del alfabeto silban

                        si un incidente las olfatea.

 

                        No importa el dolor de los ojos.

                        La mirada su propio dolor tiene.

(En: Mal de Graves, 2013).

 


 

Francisco Hernández (San Andrés Tuxtla, México, 1946): su obra ha recibido importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, el Premio Carlos Pellicer y el Premio Xavier Villaurrutia. Autor, entre otros, de los siguientes libros: Gritar es cosa de mudos (1974),Mar de fondo (1982), Moneda de tres caras (1994), Antojo de trampa (1999), Soledad al cubo (2001), Diario sin fechas de Charles B. Waite (2006), Mi vida con la perra (2007), Población de la máscara (2010) y Una forma escondida tras la puerta (2012). En 2016, Fondo de Cultura Económica editó su poesía reunida en dos tomos bajo el título En grado de tentativa.

 

CURADURÍA: Sean Salas y Yordan Arroyo (Costa Rica).