EL LADO ESCURRIDIZO DE LAS PALABRAS
Todo sucede de pronto y un murmullo se anuncia en la garganta, en el pecho o en el hipotálamo.
Un impulso de garrochas al centro de las manos, un escarceo en el útero, en los huesos, en cada sitio del pequeño mar que se lleva cuerpo adentro.
Todo sucede de un momento a otro, las palabras como piedras dentro de un río, a veces furioso, a veces solo río manso que no puede frenar su corriente aún bajo el mar.
En el rincón del papel que antes estuvo vacío, una línea que pretende ser ola, un sonido que pretende ser otro.
Del murmullo a la sílaba y al tejido, porque sí, porque es la única manera de no atragantarse con las piedras, de respirar, de sumergirse, de navegar cuando no se tiene ningún velero.
La manía de abrir los ojos y volver a nombrar las mismas cosas descubiertas.
En las costillas de la poesía, hurgar, hacer radiografías microscópicas, como si faltara algo en el pecho expandido y contraído millones de veces.
En busca de un diagnóstico final, de una palabra que truene sobre las demás y engulla todo de un solo pulso.
El incurable oficio se endurece en la piel de las líneas, el papel, el tecleo.
Aun cuando el reloj se acerca a su precipicio, en el filo de los ecos.
Cruzar el puente de un salto al vacío
al borde de la garganta
que se calle el silencio
que se vaya a otra parte.
Cruzar de un salto la última tesitura del aire.
El poeta no es un elegido
sino el necio que elige el lado escurridizo de las palabras
para hacerlas confesar bajo tortura.
(Inédito).
SALTO EN LA MAREA
6 de mayo 2019
Mi padre respira con dificultad y miles de cetáceos
encallan con él.
Tal vez quiera dormir
pero un hilo tira de sus párpados
y busca en el agua del aire
sin encontrar la ventana de la casa
y los navíos de su fortaleza.
Es un pez ahogándose su garganta sin música.
Una impotencia insondable me atraganta el corazón que late en los labios.
Millones tienen sed en otras partes,
fuera de este pasillo y esta cama alta y mil veces usada;
pero no logro ver qué clase de miedo será el que sienten
¿se parecerá al mío, al de mi padre?
Las mareas que él conjuró
¿estarán esperándolo en alguna parte?
Mi padre me toma la mano
(la suya fue siempre mucho más grande que la mía aún en esta orilla)
Afuera amenaza la puesta de sol sobre el horizonte,
invisible en este desierto de quejidos y batas blancas.
Es imposible recordar el canto de los canarios con tanto ruido.
La intensa luz del cielo raso enceguece los ojos de mi padre,
(para dormir él necesita el silencio de lo oscuro)
le hago sombra con mis manos
hasta que la pequeñez de mi palma es insuficiente.
Él deja de respirar y la luz deja de encandilarlo
para enceguecerme a mí.
La orilla de la oscuridad se ensancha
mi respiración late por los dos.
Giramos en sentido inverso,
su mano ya no me sostiene en la pesada liviandad de la ausencia.
Nada cambia: los mismos ruidos,
las mismas camas blancas.
La noche de pasos desmañados.
Desaparece el mar
me mueve lo que permanece quieto.
En el monitor una línea horizontal sin olas ni pitidos.
Algunos gramos de aire golpean mi sangre como si nada, como si todo.
No sé cuántos cetáceos nadan libres
y el mar que nombra mi nombre se desliza en el agua.
La sangre es salada como el océano y mi padre me resuena en las venas.
La luna no se ve por ninguna parte
y nos traspasa hasta tocar los huesos de mi madre.
Ella, se devuelve en el tiempo para alcanzarlo a él,
sobre el camino por donde pasan la luna y las mareas.
En un rastro de semillas que se hunden en el mar,
en la fertilidad de la luz la música no termina
su canto de agua se queda anclado en la marea.
(Inédito).
UMBRAL
Dormitó en la orilla y se fue entregando a la bruma
al mismo tiempo que perdió la fuerza con la que tomaba mi mano.
Los sobresaltos se vertieron en jarrones imposibles.
Yo vi cómo salió el último latido por la boca de mi madre
y una flor etérea le cerró la garganta hasta el lado oculto de una ventana invisible.
Ahí las palabras dejaron de serlo, migraron con el vacío que dejó su mirada.
Vi un portal que se abría y cerraba al mismo tiempo
guardé silencio
y supe que del lugar donde se apagan las palabras
no se puede regresar intacta.
(Inédito).
LA ESPALDA
La espalda del mundo muestra su revés
contra mi espalda
subimos en escalada para salir de los hoyos profundos
duelen las espinas de sus vértebras en las mías
las espaldas, ambas,
no son una mesa para apoyarse
no son una imitación del miedo
ni el lomo cansado de las olas
sobre los párpados.
La espalda, una sola,
apunta hacia arriba
o es una flecha postrada.
También deviene en curva inevitable.
Darle la espalda a algo
debe ser un acto de amor
antes que de desprecio
porque se trata del lomo
la columna
el soporte
aunque no tenga ojos
sostiene precipicios.
(Inédito).
ASIMETRÍAS
La luna y yo sabemos de asimetrías,
con los años mi ojo derecho tiene el párpado más caído;
ella tiene una sombra de párpado cerrado.
La luna no es redonda,
sino un óvalo achatado, como la tierra.
Asimétrica, sonrío más de un lado que del otro.
La luna no es mi espejo,
tampoco lo es el río donde dicen que se mira.
Somos dos objetos flotando en el espacio
en asimetría como el satélite de Rugama.
Con cráteres profundos en la piel visible
y heridas incorpóreas.
Ella tiene agua en sus cráteres,
en los míos tengo lágrimas asimétricas
que también se evaporan con la luz.
(Inédito).
Nidia Marina González Vásquez (1964): Costarricense. Artista plástica, catedrática de la Universidad de Costa Rica y poeta. Como artista plástica ha expuesto numerosas veces en distintas galerías del país, con obra bidimensional en técnicas mixtas, collage, dibujo y acuarela.
Como escritora publica desde muy joven en periódicos y revistas. Su trabajo forma parte de antologías como : “Voces tatuadas”, crónica de la poesía costarricense 1970-2004), “Poesía del Encuentro”, “Mujeres poetas en el País de las Nubes”, (México 2008), “Sostener la palabra” antología de poesía costarricense contemporánea 2007, “Al hidalgo poeta” XIX Encuentro de poetas Iberoamericanos en Salamanca, España, “No Resignación”, Salamanca 2016, “Las costuras del sueño”, 15 poetas costarricenses contemporáneos, 2020, “Women Poets of Costa Rica / Mujeres poetas de Costa Rica, 1980-2020, Bilingual Anthology / Antología bilingüe” y “Mujeres al centro”. Relatos y ficciones de escritoras centroamericanas, 2020, “Ni miel ni hojuelas: Escribir desde la feminidad” Yadira Calvo, ECR, 2021.
Ha publicado los libros: Cuando nace el Grito (1985), Brújula extendida (2013), Seres apócrifos (2015), Objetos perdidos (2015), Bitácora de escritorio y otros viajes (2016), La estática del fuego (2019),“Zurda” (Nueva York Poetry Press 2022) y ganó el Primer Premio Latinoamericano de Poesía Marta Eugenia Marín 2022 con el libro Anammesis. Los libros con sello EUNED publicados son resultado del concurso de selección anual. Además, publicó en narrativa Árbol de papel (2020). En 2021 fue la dedicada de la primera edición del premio “Corina Rodríguez” de la Universidad de Costa Rica, Sede de Occidente, Recinto San Ramón.
CURADURÍA: Sean Salas (Costa Rica).