JOSÉ MARTÍ COMO HIJO DE SU HIJO; SU HIJO COMO HIJO DE AMÉRICA. UNA LECTURA DE ISMAELILLO | AJKÖ KI No 2

JOSÉ MARTÍ COMO HIJO DE SU HIJO; SU HIJO COMO HIJO DE AMÉRICA. UNA LECTURA DE ISMAELILLO | AJKÖ KI No 2

 

 

JOSÉ MARTÍ COMO HIJO DE SU HIJO; SU HIJO COMO HIJO DE AMÉRICA. UNA LECTURA DE ISMAELILLO 

 

Por: Damián Leandro  Sarro [1]

 

 

Mucho se ha escrito sobre el Modernismo y sobre los escritores hispanoamericanos que han adherido a esta tendencia estilística o, como sostiene Juan Ramón Jiménez, a esta “actitud […] un movimiento de entusiasmo y libertad hacia la belleza” (Schulman, 1969, p. 23), que se desarrolló en Hispanoamérica a fines del siglo XIX y a comienzos del XX; no obstante, nos interesa señalar que con el Modernismo nos referimos especialmente a la incorporación de América Latina a la Modernidad como fenómeno sociocultural fecundado por la sociedad burguesa industrial del siglo XIX, con epicentro en Europa occidental y Estados Unidos, por lo que se fue materializando con matices propios y con un importante sincretismo que, en definitiva, “es la piedra de toque de la estética modernista, la cual nace como producto de la maduración de la cultura hispanoamericana” (Schulman, 1969, p. 35). Graciela Montaldo (1995) refiere de una entrada de Latinoamérica en la modernización dada por los grandes mercados industriales, a fines del siglo XIX, y acompañada esta por un desplazamiento de los sectores tradicionales en beneficio de la burguesía ciudadana.

Ángel Rama (1971) establece como fenómeno propio de esta corriente literaria el “principio de reacción” (p. 130) como generador de actitudes y adherencias artísticas; dicha aseveración nos habilita para profundizar esta categoría en José Martí[2]; especialmente en Ismaelillo (1882) donde puede leerse en su prefacio:

Espantado de todo, me refugio en ti.

Tengo fe en el mejoramiento humano, en

La vida futura, en la utilidad de la virtud,

Y en ti.

      Este fragmento es significativo por las múltiples entradas analíticas que le otorga a la poética martiana y, siguiendo con la mencionada categoría de “reacción”, puede contextualizarse la percepción de Martí sobre esta época generadora de actitudes artísticas de la siguiente manera:

            Ésta es en todas partes época de remolde.

            El siglo pasado aventó, con ira siniestra y pujante, los elementos de la vida

            Vieja. Estorbado en su paso por las ruinas, que a cada instante, con vida

            Galvánica amenazan y se animan, este siglo, que es de detalle y preparación,

            Acumula los elementos durables de la vida nueva. (Schulman, 1969, p. 32-33)

Martí manifiesta allí su reacción frente al anquilosamiento de la lengua española y, como hablante de ella y fiel militante de sus ideas, adoptará una reacción pionera en la apropiación de la lengua materna conjuntamente con los aportes de sus conocimientos lingüísticos fruto de sus viajes intelectuales; “Martí fue situado en el arranque de la ola modernista de la que será padre”, sentencia Ángel Rama (1971, p. 130).

Asimismo, este prefacio de José Martí nos revela dos aspectos que consideramos fundamentales para la proyección de toda su poética y para el movimiento modernista en general. Por un lado, hay una idea de futuridad, de exploración de horizontes hacia una modernidad cercana basada en el mejoramiento del hombre americano, con sus cargas positivistas y su bagaje cultural orientado hacia la tierra autóctona; dentro del Modernismo, Martí se constituye como pionero de las letras hispanoamericanas al proyectarse hacia lo venidero, en apostar hacia la futuridad que estará representada en su hijo y en todo lo que él represente, principalmente “esa vida nueva”, que describe Schulman (1969); su hijo se amalgama con su América en esa particular mirada estilística: América engendradora de hijos sin padres, reflexión que el mismo Martí se apropia cuando exclama en “Musa traviesa”:

¡Hete aquí, hueso pálido,

vivo y durable!

¡Hijo soy de mi hijo!

¡Él me rehace!

            América posee hijos sin padres, y Martí como padre se convierte en “hijo del        hijo”. Por otro lado, puede percibirse una modernización en la escritura imaginaria de Martí: poesía y pintura se unen en los proyectos y concreciones escriturarias de los modernistas “Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos”, sentencia el escritor cubano en el prefacio.

Esta reflexión nos remite, de manera ineludible, al título del poemario martiano: Ismaelillo como diminutivo de Ismael, personaje bíblico del Génesis desterrado y  fundador de doce pueblos, así el hijo de Martí representa su esperanza en América como hijo suyo y como engendro de esta América que se estaba gestando por entonces.

Alegóricamente, el desterrado no es su hijo, que permanece en Cuba, sino el propio Martí en Nueva York “¡lejos de mí por siempre, brazos fragantes!”, escribe en “Brazos fragantes”; Ismaelillo es él mismo y, al mismo tiempo, su hijo: él existe por su hijo y lo demuestra al sostener que “espantado de todo, me refugio en ti”.

Al abrir el libro, en “Príncipe enano”, Martí manifiesta explícitamente un destinatario de sus inspiraciones, una musa omnipresente que le otorgará los elementos poéticos para sus confecciones, su hijo:

Para un príncipe enano

se hace esta fiesta.

[...]

Él para mí es corona,

almohada, espuela.

 Nos revela, en primera instancia, que estaríamos frente a una poética íntima, una elaboración escrituraria en el plano de la intimidad propia de un padre hacia su hijo, característica que adquiere relevancia al considerar los demás escritos martianos, cuya característica central se enfoca en la influencia de su militancia política orientada hacia la libertad dentro del contexto emancipador, proceso que, hacia fines del siglo XIX, involucraba a la mayoría de los escritores modernistas latinoamericanos.

Desde esta perspectiva, en Ismaelillo coexisten dos poéticas: una en el plano doméstico que gira en torno a la intimidad entre padre/hijo, y otra en un plano de la búsqueda por el destino humano del latinoamericano y por su identidad.

La apuesta de Martí hacia su hijo se amplía al categorizarlo como musa inspiradora de su obra, una “musa traviesa” que “es un diablillo con alas de ángel”, esto nos da la pauta de un tratamiento con dualidades significativas: un escritor modernista que busca su musa no en elementos exóticos, ideales, surrealistas o parnasianos sino en su hijo, en su propia carne.

Por otro lado, la reiterada utilización de los pronombres posesivos convierten tanto al padre como al hijo en propiedad del otro: “él para mí es corona”, “¡venga mi caballero por esta senda!”, “¡éntrese mi tirano por esta cueva!” (“Príncipe enano”); “mi pequeñuelo” (“Mi caballero”), “Mi Despensero”, obsérvese este último cómo nos indica una relación de sumisión del hijo al padre, a su servicio, mientras que “Mi Reyecillo” nos hace pensar en una situación inversa, del padre al servicio del hijo, incluso puede leerse en la “Musa traviesa”:       

¡Pudiera yo, hijo mío,

quedando el arte

universal, muriendo

mis años dándote,

envejecer súbito,

la vida ahorrarte!

            Martí pretende así ahorrarle a su hijo los sufrimientos que implican la maduración y el enfrentamiento con la vida mundana, hay una pretensión de transmisión vital y de experiencias vividas; se halla un anhelo de entregarle su vida. Presenciamos aquí un juego de interacciones entre padre/hijo e hijo/padre: Martí ofrece y da su vida al hijo engendrado de América para salvarlo de los sufrimientos propios de su maduración, y constituirlo así en un hombre formado; no obstante, su hijo también le otorga vitalidad al padre, lo rehace, lo transforma en el hijo del hijo.

Este doble movimiento –creemos– le confiere a ambos una identificación fehaciente frente al mundo y, en el caso particular de Martí, su hijo se presente como canalizador y musa de sus inspiraciones, depositario de sus anhelos como ser humano comprometido con su tiempo.

Por último, es significativo lo que afirma Franco sobre los poemas de Ismaelillo: “se basan en la paradoja de que la debilidad, la inocencia y la dependencia del niño constituyen su fuerza, ya que despiertan lo mejor y lo más noble que hay en el padre” (2002, p. 123).

 

BIBLIOGRAFÍA

Franco, J. (2002). Historia de la literatura hispanoamericana. Barcelona, Ariel.

García Marruz, F. (1968). “Los versos de Martí”, en Revista de la Biblioteca Nacional “José Martí”, n.º 1, año 59, La Habana.

Henríquez Ureña, M. (1962). Breve historia del Modernismo. México, Fondo de Cultura Económica.

Martí, J. (1983). Poesías Completas. Buenos Aires, Claridad.

Montaldo, G. y Osorio Tejeda, N. (1995). “El Modernismo en Hispanoamérica”, en Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina. T. II. Caracas.

Porras del Campo, Á. (1993). “La doble otredad realizativa en el Ismaelillo de José Martí”, en Anuario del Centro de Estudios Martianos, n.º 16. La Habana.

Rama, Á. (1971). “La dialéctica de la modernidad en José Martí”, en Seminario José Martí. Universidad de Puerto Rico.

Schulman, I. y González, M. P. (1969). Martí, Darío y el Modernismo. Madrid, Gredos.

 


 

NOTAS

[1]          Investigador, escritor y actual aspirante a doctor.

[2] Recientemente, el 28 de enero, se han cumplido ciento sesenta y nueve años de su nacimiento.