MIRAR EL SIGLO XXI ARDER EN LLAMAS, JUNTO A ALGUNOS ANIMALES SALVAJES: LOS RINOCERONTES SE QUEMAN DE CONSUELO NIETO ORTEGA (2021)
Por: Yordan Arroyo[1]
- INTRODUCCIÓN
Los rinocerontes se queman es un poemario acompañado por dibujos de la artista mexicana Dulce Ortega, mismos que, de manera semiótica,[2] expresan la incertidumbre, el dolor y la pérdida de la esperanza, muy propio de una voz novel (en el sentido de que inicia su camino en la literatura, como lo puede hacer una persona de 40 años y desde este criterio, ser una voz “joven” o “nueva”)[3] y absorbida por un fuerte malditismo mediático, lleno de elementos profanos y cotidianos, en la mayoría de casos, expresados de manera conversacional, no tanto así lírica. Prima la denuncia antes que el lenguaje poético.
Durante el desarrollo nos proponemos hacer un esbozo de las cinco secciones que conforman el poemario y analizar, brevemente, algunos de los textos que son representativos para nuestro interés principal, exponer tópicos decadentistas en esta reciente publicación de Consuelo Nieto Ortega (2021).[4]
- DESARROLLO
La primera parte se titula “Abolengo” y es quizás la sección de poemas más personales o introspectivos. En él se mencionan, desde la aceptación y la ironía, los defectos del yo. En el primer poema, con mención al padre, se aceptan estos vicios y en el segundo, igual se menciona a la familia, pero en su lado contrario, la madre, por medio de la herida o la ausencia; basta con leer los siguientes versos para confirmarlos: “A veces de niña jugaba a pintar los moretones con cuentos infantiles y poemas” (vv. 3-4, p. 16). Es un texto que raya en los ejes de la poesía de la experiencia, así como gran parte del libro. Esta tendencia, actualmente, se encuentra muy de moda y tiene tanto detractores como seguidores.
A lo largo del inicio surge un juego de palabras que van desde lo más cotidiano y mediático hasta lo contestatario, esto explica el uso recurrente de expresiones con un lenguaje coloquial como “mierda” y de rebeldía como “demonios”. Ambos casos dan a conocer un sentir de pesadumbre, pero principalmente, en esta primera parte, desde un dolor íntimo. Se utilizan recursos que revelan, a vista u oídos del receptor, un mensaje sentimentalista de incertidumbre, de fealdad, de lo más sucio y vacío de la ausencia: “Pensaba que me dolería más cuando te fueras, pero no fue así; simplemente, tomaste una bolsa llena de mi basura y la remolcaste a tu acera fría de apariencias” (p. 18).
A su vez, esta descomposición de lucha y diálogo íntimo, revelador y sincero consigo misma (arrancarse las máscaras) le permite al sujeto de enunciación presentarse como homosexual, aspecto continuo en el libro y que en el campo literario es cada vez más aceptado y dinamizado, no siempre por asuntos de calidad, sino ideológicos. Esto se denota, por ejemplo, en el poema “Papá”, allí, se le reprocha a un progenitor, aparentemente metafórico. La referencia al padre puede relacionarse con un padre real o bien, de manera satírica, con el Dios padre que habita, según los arquetipos universales del inconsciente humano, en el cielo. Ambas opciones son posibles y más que una interpretación forzada, parece una lectura posible, pues tal y como se detalla más adelante, el mismo libro lo permite: “Señor de los sesos que se vierten en mi vaso / te me derramas hasta por los poros / tan aterrado de nosotros los homosexuales” (vv. 7-9, el subrayado es propio). Esto, con el fin de seguir reflejando un sentido de negación, cuyo fin es borrar todo peso de responsabilidad en el yo (o desde una palabra más cristiana y muy común en Occidente, “culpa”). Lo anterior se proyecta a partir de los siguientes versos: “Papá, no necesitas que te perdonen, / en sí no necesitas. / Papá, los niños te necesitan, / en sí no te perdono.” (vv. 17-20).
La segunda parte se titula “Lipton”, término posmoderno y mediático que puede evocar a la idea de liquidez, aquello que se desvanece. Según parece, los referentes temáticos de este libro son líquidos; los valores, la moral y las creencias religiosas se beben a sorbos. No obstante, un punto a referir es el inicio, en esta segunda parte, de una cita referencial al blanco y negro de las fotografías. Esto no es casualidad, pues en este libro, el gris sobresale o a veces se cae totalmente en el negro, pues la luz total aquí no existe, tal y como se tituló este ensayo, el libro de Consuelo lee los tiempos actuales desde una postura caótica e hiperrealista, intentando, como suele ser común, aproximarse al estilo de la antipoesía de Parra, en la cual se ven absorbidos muchísimos jóvenes escritores cuando inician su trayectoria literaria. Si seguirán ese camino, eso sólo el tiempo lo dirá. Quizás sí, como sucede con algunos autores o quizás no, como acontece con otros (la mayoría) que se enteran de que sólo fue una etapa de sus vidas y se terminan separando de ella.[5] En fin, la poesía es un camino diverso. Cada quien anda por donde quiera y como mejor crea sentirse, eso marcará o no su huella.
En esta segunda parte se lee una referencia a un espacio decadente, esto es notorio en el título “Platos rotos”. El sujeto de enunciación relaciona el espacio con un objeto de vidrio (el plato) que se quiebra fácilmente o con esa boa que traga y traga hasta explotar, pues tiene “[…] un hambre insaciable de lo podrido” (v. 5). También, se hace referencia a un ser humano inconsciente, un Narciso a quien únicamente le interesa tomarse un selfie: “[…] las hienas se / cagan de risa[6] mientras me tomo una selfie jurando que / mañana se me va a pasar” (vv. 8-9).
Y aquí, respecto a la cita anterior, aparte del uso constante del lenguaje coloquial “se / cagan de risa” y de la inconsciencia y despreocupación expuesta en los versos citados, como reflejo de una cierta inmadurez de algunos seres humanos, interesa referir el uso del término “selfie”, pues es parte de una lista de palabras cotidianas y muy cercanas al hoy. Esto será otra de las constantes del libro, así como también, la mención a términos médicos y vinculados con la pandemia de la COVID-19 (N95), nombres de medicamentos (uno de los motivos temáticos de fondo es una sociedad mental y emocionalmente enferma) e incorporación de neologismos (criptotitiriteros) y extranjerismos (anglicismo: ecofriendly). Esto, según nuestra lectura, es reflejo de un espacio no sólo en decadencia (como mucha de la poesía publicada hoy), lleno de soledad, vacíos, desamparos, inconsistencias (como se titula el poema de la página 38) y muertes, sino que, lingüísticamente y culturalmente, es una máquina insoluble e híbrida.
Muy relacionado con el uso que tienen los tecnicismos en este libro, su tercera sección se titula “Folie á deux” y como parte del vínculo que posee su autora con el área médica, en donde ejerce como cirujana, desde un epígrafe de Miguel de Cervantes, que calza no sólo con esta parte, sino con todo el libro: “Las tristezas no son propias de las bestias sino de los hombres, pero si los hombres las sienten en demasía se vuelven bestias” (p. 43). Con esta cita, queda muy clara la intención de construir un espacio decadentista para desnudar vicios humanos y presentar a una sociedad ficticia, encerrada en una jaula llena de bestias.
Contrario a la primera parte, donde había una introspección hacia la parte íntima y biológica del sujeto de enunciación, con viajes psíquicos y sentimentalistas hacia su infancia y adolescencia para entender, de manera simultánea, heridas familiares que logra o quizás puede sanar la poesía, cuna de la ausencia, existe una mirada denunciante contra los vicios y vacíos de la humanidad ficticia aquí construida. Para ello es importante observar cómo los textos se mueven en el campo de la psiquiatría, refiriendo trastornos humanos como la esquizofrenia, que permiten, justamente, cumplir el objetivo de esta sección y en el fondo, de las otras dos partes del libro (cuarta y quinta), mostrar a una humanidad ficticia conformada por bestias o más bien dicho, rinocerontes cuya esperanza está totalmente perdida.
En este caso, queda muy claro que los rinocerontes son una metáfora de la lectura que la autora realiza de su sociedad y el fuego; en vez de ser símbolo del conocimiento como lo fuera Prometeo en Grecia, aquí es todo lo contrario, remite a la decadencia, el incendio de todo sitio de esperanza. Para ello, nuevamente, se encuentran recursos que dan paso a lo cotidiano, tal es el caso de la referencia a Netflix para aludir a una patria (otra de las polisemias de “padre”- “papá”) podrida: “La Patria que se masturba mientras mira Netflix y grita esperanza” (vv. 22-23). Continúan los coloquialismos. Hay uso de un lenguaje desacralizado que algunos críticos denominan de “cloaca” o “sanitario”. Como se dijo anteriormente, interesa más la denuncia y lo mediático que lo propiamente lírico. Además, la autora se preocupa por su pueblo. Consuelo es muestra de una joven ciudadana que le correspondió sobrevivir a un tiempo convulso y por eso, quiere dejar testimonio por medio del siguiente texto escrito en prosa:
Cuautla
“Aquí en el terruño, aún no pavimentado, amanece distinto, los animales canturrean melodías famélicas, las mujeres limpian las banquetas con cloro del que pica, los árboles son paredes, los cigarros cuestan tres pesos. Aquí amanece más temprano, mi ciudad nunca duerme; ellos, los de aquí, duermen de día, duermen a medio día, en la tarde; de noche platican los porvenires y las promesas de irse a rentar un sueño con el gigante gris, un metro cuadrado que no sepa a mentada de madre.
Aquí, a altas horas de la madrugada, miran por la ventana y le dan caladas al occidente por decir que no lo viven, aquí sueñan mientras caminan por las calles sin cemento, aquí no hace frío. En este rincón modesto la gente huele a libertad y tierra mojada.
Es una fracción de patria donde probablemente Dios se sentaría en una silla de plástico a jugar a las cartas, beber una cerveza y rascarse la entrepierna; donde el fresco pega dos veces al día, se orina caliente y las heces siempre están blandas.
En este sitio las bancas de parque son demasiado públicas y los niños aún conocen el balón, aquí las hojas son de colores, las mujeres son de formas y les faltan piezas dentales a los varones.
En Cuautla los ancianos caminan sin rumbo, se cuelgan las arrugas y un sombrero, los abuelos huelen a muerte y tienen los labios secos, sus huaraches cuentan historias de mejores tiempos, se pudren de cara al sol y esperan pacientes en la fila su deceso” (p. 46).
El ejemplo anterior evidencia un desnudo de ciertos espacios. El sujeto de enunciación apuesta por lo profano; esto es muy notorio en el tercer párrafo (al estar escrito en prosa), en donde se dice que, en los tiempos actuales, probablemente, Dios se sentaría en una silla de plástico a jugar las cartas. Esta imagen es significativa, pues lleva en sus hombros, como Atlas, el hilo de la propuesta estética que engloba algunas de las principales secciones de este libro. El material de la silla, en este caso el plástico, remite, nuevamente, a modo dialéctico, a la idea gráfica de los platos de vidrio que se quiebran. La propuesta ficticia de humanidad, como el mismo Dios, están sentados o tienen en sus manos, objetos que han perdido su fortaleza y, por ende, son fáciles de romper (el vidrio y el plástico).
Además, el juego de cartas de los versos en mención remite a la vida como un juego en donde el futuro es lanzado al azar, eco quizás borgiano. Esto es parte del salir a la calle y quizás regresar con COVID-19 o tener posibilidades de contagiarte en tu propio hogar. Esta referencia conduce a la idea de un ser humano extraño, quien regresa a su cueva, al encierro (muy relacionado con el título del poema “INSOCIAL”, p. 47), a un hospital psiquiátrico o al zoológico, sitios que con y durante la pandemia más reciente, aumentaron su cantidad de habitantes, enfermos o animales.
Y de manera inmediata, es importante mencionar que este espacio decadentista también es aprovechado para hacer valer sus derechos desde el yo, no solo como homosexual, sino como parte del inconsciente de un ser humano. Para ello, se aferra, fuertemente, a las inconsistencias de la moral cristiana y las ironiza, creando diálogos que rayan en lo burlesco, provocando, de esta forma, una vulnerabilidad en el poder las Iglesias y en sí, del Vaticano; se cita el poema completo, en donde aparecen diferentes rimas aparentemente por descuido:
Homosexual
“¿Y ahora qué hago si he descubierto que mi gusto radica en el incidente puntual de una
vocal?
Qué hago, juez y verdugo, si mi amar caminante va errado de la mano de aquello que me
adoctrinó mi madre.
Qué hago si amo a mi semejante y los católicos proclaman que Dios no se refería a un ser
con el mismo sexo y las ganas en sintonía homoígnea /quemante.
¡Intolerante yo no soy tu delincuente!
Dime tú por qué arrojar la piedra a quien también es hijo y no viene hurgando en la mancha
de tu frente, si nos sentamos en el banco resulta que todos somos culpables y amar lo diverso
se parece a emanciparnos socialmente.
El debate innecesario
las sentencias correctas
las oraciones completas/concretas
los omnipotentes adecuados
el papa latinoamericano que a veces quiere
terapias que torturan la identidad,
orientación y expresión de género
el odio que nos mata a golpes en la vía pública o en casa
marchamos hasta que la visibilidad haga
mella en la gente
hasta que se nos reconozca en masa.
Si el daño a terceros entra por la vista y sale por la boca, si da fobia el tacón, manierismos o
la camisa a cuadros si tocamos la masculinidad frágil de lo normado
si es que amar es pecado
que se mueran todos y nos entierre un perro
después de mearnos.
Señor, señora:
Si mi amor le hace daño,
tome sus cosas,
tápese los ojos,
límpiese los pies
y vaya a su casa
a ser juzgado” (pp. 48-49).
Esta misma protesta frente a la falta de humanismo (paradigma ético) pone en evidencia que a veces el ser humano es el más animal de los animales. A su vez, la relación humano-bestia remite no sólo al contexto real de la pandemia de la COVID-19, sino también, al grave problema de la caza de rinocerontes. Es decir, el siguiente texto, junto con los espacios decadentistas de este libro, invitan a una reflexión humanística, pues el mundo entero, como Peta y los rinocerontes, ya no soportan más, no tienen esperanza y, por tanto, su única opción es llorar:
Los rinocerontes se queman
Al Planeta se le desorbitan los ojos, se siente infecto, se nos va poniendo gris y tiene
cáncer de humano. Le pasan por la vena la solución:
✓ Un gramo de apocalipsis cada 12 horas.
✓ 10 miligramos de pandemia. Por razón necesaria.
✓ Dos ámpulas de ecologistas cada 24 horas.
✓ Firmar peticiones en línea. Vía rectal.
El desahuciado azul supura quemas controladas,
animales en peligro crítico de extinción,
queremos los cuernos de trofeo,
criterios contaminantes del ozono
partículas en suspensión.
La tierra es un paciente terminal
carencia hídrica y deforestación,
bienvenidos a la supervivencia del más animal,
Greta Thunberg debuta en lo conversivo
deshielo como sinonimia de habitual
¡Los rinocerontes se queman!
¡PETA quiere llorar!
Respecto a la cuarta parte, se encuentra relacionada con la quinta, aunque la cuarta se titula “Hosanna”, expresión bíblica para suplicar auxilio; en este caso, se utiliza de manera profana y por ende, se ironiza, con el fin de deslegitimar discursos de poder que poseen varias incongruencias, tal es el caso de la ausencia latente de Dios frente a una propuesta de mundo o topos, tal y como se expresa en el poema “Dios no cae de más” (pp. 59-60). En dicho texto, entre más se invoca a la divinidad, más fuerte es su ausencia. Esto explica el uso de preguntas retóricas como: “Dime, Dios, ¿en dónde estás?” Frente a estas invocationes ignoradas por la divinidad, el yo plantea lo siguiente: […] “hace oídos sordos al pueblo que se quema y desangra”. Según parece, este Dios, tal y como se presenta de manera algo paródica en el poema “Covid” (pp. 65-66), ha perdido su imagen sagrada.
Sin duda, el yo, en esta parte del libro, expresa una pérdida de fe hacia Dios, pero también, la divinidad duda de sí misma. Este Dios profano o humanizado se pregunta si la pandemia será o no un castigo divino: “¿Será acaso todo esto un castigo divino? / se pregunta Dios, / mientras nos mira tras su ventana impecable que hace pensar en una gracia infinita / estéril de hecatombes modernos” (“COVID”, vv. 1-4, p. 65). El imaginario de este Dios ha perdido la creencia en sí mismo, ya no se considera un ser divino. Esto se aúna a la idea de “divinidad” en línea con el concepto de “fe”. Ante la pérdida de la fe no hay rito y ante la pérdida del rito; el mito y la creencia en él desaparecen. Y esto no es para nada anormal, pues la sociedad ficticia que refleja este poemario, no tiene fe ni en sí misma. Todo está condenado al incendio global de la humanidad, tal y como lo revela el dibujo de la página 67, un rostro muy angustiado, con una soga en su cuello y con el interior de su boca lleno de oscuridad, de caos, como el siglo XXI.
Por último, la quinta parte, cuya relación es evidente con la cuarta, se titula “Hisopado” y aunque también es reflejo de decadencia, su diferencia radica en que quizás es donde hay todavía más poemas desde un estilo cotidiano, con un tono mucho más conversacional de lo que hemos visto y con tintes característicos de la poesía de la experiencia, en donde la crítica coloca como a uno de sus referentes principales y más cuestionados (aunque adorado por otros) al granadino Luis García Montero. Para fundamentar lo anterior es necesario referirse al siguiente ejemplo: “Ayer escuché decir a un vagabundo: / No se arrepientan que igual nos vamos a morir, / no traía cubrebocas, / no se había lavado las manos desde hace millones de / segundos, / tenía también ajado el concepto hiperrealista del / mundo (vv. 14-20, p. 75). El sujeto de enunciación trae, a su memoria, conversaciones de otros ciudadanos para presentarlas ante su público lector, pues en la mayoría de casos hay interés de mostrar, fácilmente, sin dificultades, vacíos que forman parte del día a día. Asimismo, un texto que revela, según nuestra lectura la propuesta de humanidad decadentista aquí presente y muy cercana a lo real-mediático, es el siguiente:
VI
“El aislamiento nos tiene sucios y acongojados.
Con los sexos frondosos
Con las cabezas rapadas
Los gordos delgados
El internet lento
Los amores en pausa
Los artistas en videos pregrabados” (p. 78).
- CONCLUSIONES
El poemario Los rinocerontes se queman de Consuelo Nieto Ortega (2021) nos conduce a una lectura decadentista y denunciante; en algunos casos da la impresión de que el sujeto de enunciación quiere comerse el mundo. El libro en sí mismo es una muestra de la decadencia actual y cómo esto termina invadiendo a gran parte del arte hoy compartido o publicado. Por eso, en muchas ocasiones prima el mensaje directo sobre la imagen; el tono conversacional y de la experiencia se deja el mayor protagonismo. Además, según parece, el sujeto de enunciación tiene muy claro, tal y como aparece en el poema IX, que la humanidad le ha fallado a Nietzche y su Übermensch, pues lo único que quedaba en la caja de pandora hoy asusta: “[…] esperanza se pronuncia con sialorrea y taquicardia” (“XIV”, v. 10, p. 91), y por eso, si acaso es cierto que la poesía es profética y se adelanta al futuro (es probable que sí), como se dice en este libro, quizás nos corresponda morir por “[…] la inflación y el hambre” (“XII”, v. 32, p. 89) o quizás sobrevivamos y podamos leer otras interpretaciones y representaciones del siglo XXI, con otros tonos, propuestas y técnicas más maduras, quizás ya no tan mediáticas y de lenguaje decadente, de esta misma autora en unos años más, cuando la humanidad, según se espera, recapacite acerca de la enorme y actual quema de tantos rinocerontes asesinados por otros animales llamados seres humanos.
- BIBLIOGRAFÍA
Nieto Ortega, C. (2021). Los rinocerontes se queman. Nueva York Poetry Press y Oxeda.
[1] Poeta e investigador costarricense. Máster en “Textos de la Antigüedad Clásica y su Pervivencia” de la Universidad de Salamanca, misma casa en donde es investigador predoctoral. Además, es estudiante avanzado de la maestría en “Enseñanza del Castellano y Literatura” de la Universidad de Costa Rica, mismo sitio donde también ha cursado estudios en Filología Clásica y en Educación Primaria. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
[2] Esto empieza a ser cada vez más constante (dibujos-poesía), al punto de convertirse, según nuestro criterio, en una constante de la literatura o el arte actual (sin decir que antes no existiera) como trabajos en equipo.
[3] No interesa hablar de poesía joven o no joven. La poesía no tiene edad. Lo que cuentan son los años que el autor o la autora lleve ejerciendo (piénsese en la literatura como oficio) en el campo (pudo haber empezado joven o no. Esto va a dejar una huella en la madurez con la cual la persona se vaya formando). Aunque ya se mencionaba muchos atrás, hoy, el sentido ha cambiado. Actualmente, hablar de poesía joven nos parece una banalidad que, muy ligada a la era cibernética y de mercadotecnia en la que se vive, se ha convertido en una especie de moda o etiqueta para obtener fama, cuya discusión poco o, mejor dicho, nada genera a nuestra idea de campo literario como diálogos, recepciones, relaciones y fuerzas de poder.
[4] Se omite profundizar en errores ortográficos y sintácticos hallados en el libro.
[5] No obstante, hay escritores ya maduros que explotan muy bien el diálogo con la antipoesía parriana.
[6] Nótese, nuevamente, un coloquialismo.