El Fogón de mamai
El fogón de mamai tiene un fuego que no se extingue. Cada llama cuenta la calidez de cada historia de la familia. La ceniza de la vida muestra como con cada sonrisa de su rostro, la de mi abuela, da vigor a la vida y unión a todos. El hollín, parece entonces no ser feo, es una capa de fortaleza que esconde un metal capaz de enfrentar cualquier problema.
Diablito santo
Dicen que llegaste tocando la puerta sin prisa, pero con total seguridad, te abrieron la puerta y viste a tu familia recibirte, aquella que extrañabas tanto y que luego de varios años has logrado estar con ellos.
Dicen que llegaste sonriente y amable, en usted eso es natural, pero esta vez había un brillo de estrella en cada uno de tus ojos, y en toda tu cara una calidez de sol.
Dicen que conociste a muchos allá, y que extrañas a los de acá, pero que tu fuerza y sentimiento están presentes en cada enseñanza y palabra que dejaste para formarnos, tu voz era fuerte como cascada, hermosa como el cariño de un bebé, justa y memorable como usted y su juicio.
Dicen que en este mundo nunca le dijeron abuelo, y que eso le llenó de orgullo, pues fue un padre para todos y todas, le llamaron padre, le llamaron "papai".
Dicen que llegaste con tu pecho fuerte y con ideas increíbles, dicen que le llevaste un trozo de cedro y un trozo de balsa a cada uno, las herramientas son tus poderosas manos que a cada uno allá, les enseñaste nuevamente a hacer una máscara. Dicen, que enseñaste acá en este mundo, la valentía y la lucha, la paciencia y la inteligencia de seguir el legado que te dejaron y que ahora dejas en nuestras manos.
Dicen también que nos esperas ver de nuevo, pero que estás tranquilo porque nos falta años para construir una familia y convivir en armonía como usted nos enseñó. Dicen que sabes que aún lloramos, pero sabes también que bien nos enseñaste a ser fuertes y sonreír en estos momentos. Gracias papai.
Una mañana
Una mañana ella se despidió, tomó fuerzas de esas que son sobrehumanas, que solo las mayoras dominan como herencia del poderío indígena que tienen... no dijo nada, su voz se había apagado hace 15 soles atrás, pero en su pupila vi todo el cariño que me destinó hasta su último suspiro, pero... ¿me dijo adiós? ¿Me dijo hasta luego? El mismo destino me permitió interpretar su pupila negra, negra como lucero oscuro lleno de luz.
Me costaba hablarle, se me cortaba la voz, los indios aman extraño, pero al final aman con toda la existencia y se me mojaban los ojos en un llanto infinito... se la iban a llevar lejos de mi. Aún me miraba, seguía yo contándole cosas para quizás verla reír ¡qué tan cruel es el destino si la vi tan llena de vida para después arrebatarle su respiración!
Y el mundo era ella, el tiempo no se detuvo, me mordía los tobillos el reloj que me decía que mi vida debe seguir y fue en ese momento... una lágrima salió de su lucero, y escuché un canto en el alma y le besé su frente millones de veces, algo me decía que ya no volvería a ver sus ojos pequeños.
Y se llevaron a mamai, y junto a ella el aire que me faltaba, y junto a ella me arrancaron una parte del corazón. No se la llevaron a ella, se llevaron 31 años de mi vida. El pasillo del dolor veía pasar a la mujer más hermosa de mi vida. Y yo atrás, volví a ser un niño que lloraba por la ausencia de su madre, un niño ya consciente que sabía que no la volvería a ver.
Pero el niño aquel postrado en una banca en medio de la ciudad sonreía con las lágrimas a chorros porque ella ya está con aquel hombre roble que enseñó a hacer mascaras a los querubines. Que una vez llegó haciendo un trato, enseñar de diablitos santos a las divinidades mientras esperaba a su compañera amada. Por eso mamai quedó dormida, quizás soñando, soñando con el infinito amor que le dio a su familia.
Los rostros de los culpables
Luego del exilio vuelvo donde ha quedado el ombligo de mi historia.
Un árbol de roble y sus ramas abrazan el alma y el llanto. La montaña susurra el aliento de un pueblo, y el sol abre sus ojos cuando la luna se ha retirado después de conversar.
Pero al entrar en el aposento del hombre roble, sus manos trazaban arte. Arte es él, arte su mirada, arte su imaginación, el hombre roble frente al lienzo de colores retrataba rostros y le llamaba "el de los culpables".
Concentrado en una idea, lleno de pintura sus dedos poderosos, me decía que los tres rostros iban en alta mar, con una estampa en forma de cruz en cada una de sus frentes. Los culpables no tenían sosiego. Su escorbuto no era impedimento para saciar la ambición inhumana.
El cuadro que tenía robado la tranquilidad del hombre roble, con su atardecer magnífico y sus aguas oceánicas, sostenían los rostros de los culpables que dirigían su mirada a occidente.
-¿Por qué “culpables” padre mío? - Le pregunté.
-Porque aunque no lo hayamos presenciado, todos sabemos que ellos trajeron caos y heredamos sus codicias. - Dijo el hombre roble con sus manos cubiertas de pigmento.
En la gráfica: “La Niña, la Pinta y la Santa María” obra de Olivier González Rojas, pintor brunka.
Huᡠhuᡠgrande, huᡠhuᡠpequeño
Dedicado a mi abuelo Ismael González (6 de agosto de 2010)
Me arrullaba siendo yo apenas un bebé,
aquel señor de cara seria pero
que comparte sonrisas reconfortantes…
♫Chi qui rín, chi qui tiqui… eres un huᡠhuᡠpequeño,
mañana un huᡠhuᡠgrande…♫
Mientras mi padre estaba ausente
él preguntaba por mí,
señor abuelo hoy que soy grande
recuerdo esa melodía divertida
que venía de ti.
♫Chi qui rín, chi qui tiqui…♫
Abuelo, ten siempre presente
que voy echando pa´lante,
dame siempre esas tan sabias
palabras para del camino correcto
no desviarme.
♫Chi qui rín, chi qui tiqui… eres un huᡠhuᡠpequeño,
mañana un huᡠhuᡠgrande…♫
Át xasuj qui, recordaré tu canción y sonreiré,
me alegraré aunque yo esté ya mayor,
ya viejo…
…ya grande.
Cristhian Olivier González Gómez: (1988). Poeta indígena brunka. Consultor experto en derechos humanos y en asuntos indígenas en Organismos Internacionales.
CURADURÍA: Yordan Arroyo (Costa Rica)