Cinco fotogramas de lluvia para despedir el invierno
La luna
siempre será menos hermosa
que la luciérnaga detenida sobre los dedos.
Ríos O'Hara
A Stefani Martínez.
I
Mi lengua,
carretera abierta por la cual pasea tu cuerpo,
músculo sellado bajo las huellas de tu sudor.
II
El aire es capaz de respirarnos,
de nombrar con su brújula transparente
un sismo acuático:
una blanca marea de arcilla sobre las manos.
III
Tu ombligo,
pozo desnudo para desvestir mis labios.
IV
Mis dedos atravesando tu cuerpo;
mis dedos tan cerca de tu corazón.
V
Digo tu nombre como decir el agua,
tibio rastro de espuma a las orillas de mi voz.
La fosa: instrucciones para evitar
El delito de ser un muerto incómodo
Más que la hormiga, más que el siglo y que el arado,
más que las lenguas del tiempo y el caer de los hombres
durarán nuestras manos de huesos y agonía.
José Revueltas
Desaparecidos no hay, lo que pasa es que la gente cambia de domicilio o se van y no le avisan a nadie.
Mauricio Arriaza Chicas, director de la PNC
Los buenos muertos salen de fiesta,
o deciden en una madrugada de insomnio
que es buen momento para iniciar un largo viaje.
Los buenos muertos, los educados,
toman sus maletas sin despedirse de su madre
sin regalar un beso,
sin ofrecer ningún abrazo para sus hijos.
Los buenos muertos no conocen de la pólvora,
los buenos muertos no entienden de cuchillos,
jamás pronunciarán en público el abecedario de la sangre,
y no sabrán de elegantes caballeros pidiendo la mano de su hija,
a los buenos muertos no se les cobró nunca por respirar,
a los buenos muertos no los sepultan en fosas comunes,
para luego anunciarlos amargamente en los periódicos.
Anotemos:
a los buenos muertos, a los ejemplares,
a los muertos de verdad
se les conoce por tener la decencia de desaparecer en silencio,
y no salir a tomar el aire, ni sacar a pasear a sus gusanos,
y por no tener la mala costumbre de dejar lápidas
para que sus familias depositen su llanto.
[Narración didáctica número 1]
Se cuenta una fábula en el lejano oriente:
esta es la pequeña Ming Tang,
en una época que todos habremos de olvidar;
Ming Tang tiene 14 años, y unos padres que la aman,
y un hombre de 45 que desea iniciar una familia a su lado.
Ming Tang, no desea más familia que la suya,
pero aquel hombre sólo conoce el lenguaje de los perros.
en su aritmética: todos los resultados nos llevan hacia la sangre.
En una madrugada de ojos rotos,
Ming Tang abandona aquel reino
y sus padres tocan una canción silenciosa entre la rabia.
Ming Tang ha llegado a un pueblo muy lejano,
en una época que todos habremos de olvidar,
y sus padres amanecen intentando ser buenos muertos,
y salen de casa como todos los días,
y saludan a sus vecinos y sonríen,
y caminan evitando los ruidos
pero escuchan finalmente ladrar a los perros,
y corren
como sólo corren aquellos muertos que nunca aprendieron nada.
Al cuarto día, Ming Tang recibe una carta:
sus padres fueron malos muertos
y así los encontraron a un lado del río,
junto a las moscas, juntos frente a la vista pública...,
Ming Tang, limpia su rostro,
quema la carta y se promete
hacer un mejor trabajo que el de sus padres.
[Narración didáctica número 1 finalizada]
Seguimiento de instrucciones:
el buen muerto renunciará irrevocablemente a su nombre,
no tendrá más domicilio que los desiertos y los ríos,
o en el mejor de los casos un patio trasero de algún ex-policía.
nunca hablará del invierno de los tatuajes ni de la dureza de la bota,
será incapaz de dejar tirados sus dedos por la calle,
o de permitir que alguien encuentre alguna de sus piernas.
El buen muerto
entenderá que no hay suficiente vida para su muerte.
A tantos siglos de nuestra propia carne
también lo entenderemos:
nunca hubo una tierra prometida
solamente: supieron esconder a las moscas.
Danza de los espejos paralelos
Saludo a mi doble, a mi triple.
Me miro en el espejo
y veo un rostro cubierto de ojos
de bocas, de orejas, de marcas.
Gherasim Luca
El silencio no existe en una ciudad perfumada por la sangre.
Pienso en el hijo que tendré para morir a través de su mano,
en el aroma de alacranes tartamudeando en el plomo,
en la voz del padre de mi padre coagulada sobre mis ojos.
Nada entiendo de ternura a esta hora del naufragio.
Hay a través de la noche una prótesis del dolor,
un camino anfibio – terriblemente angosto –
por el cual arrastrar la conmiseración, la soledad, el insomnio.
Apenas tengo nombre para calzar el invierno
porque la noche deposita cada día su estirpe entre mis huesos.
He llegado a perseguir la sombra que mi beso deja en otros labios,
a extrañar su vacío nunca dicho, a despedir sus naves perdidas,
a repetir su paso enfermo hacia los puñales del humo.
Hoy
me veo regresar al vientre de mi madre,
hacia la primera gran herida que escribí con este cuerpo
hacia la primera lágrima que llorarían mis hijos
y aborrecerían calladamente mis nietos.
CURADURÍA: SEAN SALAS (COSTA RICA)
Josué Andrés Moz: Nació en San Salvador en 1994. Es poeta y gestor cultural. Actual egresado de la Licenciatura en Letras por la Universidad de El Salvador. Ha publicado poemas en diversas revistas literarias, así como en distintas antologías dentro y fuera de su país. Publicó Carcoma (Editorial La Chifurnia, 2017), Pesebre (Editorial La Chifurnia, 2018), Babel (Malpaso ediciones, 2020), El libro del Carnero (Editorial Equizzero, 2021) Algunos de sus poemas han sido traducidos a diferentes idiomas. En los últimos años ha participado en congresos y festivales de literatura, entre ellos: l Festival Internacional de Poesía de Aguacatán (Guatemala, 2018), Primer Encuentro Centroamericano de Escritores Edilberto Cardona Bulnes (Honduras, 2018), Primer Congreso Centroamericano de Literatura (USAC, 2019) y en la trigésima edición del Festival Internacional de poesía de Medellín.