MARGARITA LEOZ | REVISTA AJKÖ KI No 3

MARGARITA LEOZ | REVISTA AJKÖ KI No 3

 

 

 

QUIERO MORIR ENTRE LAS FLORES

 

Quiero morir entre las flores

y no ahogada

o con una espina de pez

atravesando mi garganta.

Los pétalos que cubran

como sudorosas hormigas mis ojos,

ceder así sin ver

el testigo de mi duelo a las estatuas.

 

Y ser vencida por la imperdonable tierra,

por sus huestes herradas de sol,

para que mi cuerpo

estirado por el uso

deje de preguntarse

qué es esa cosa de que las rocas

te devoren

o de ser pasto de la hierba.

(En: El telar de Penélope, 2008).

 


 

ME PREGUNTO SI OSARÁS

 

Me pregunto si osarás

excusarte.

 

Decir,

por ejemplo,

que el armador quedó atrapado

en un alud de arena

y llegó

tarde

a vuestro almuerzo.

 

O que te ausentaste para el agua

y fuiste a perderte

en calles huérfanas

de nombres,

apenas retenidas.

 

Mi amor, al que maldigo,

cómo hacerte rozar

el filo carcomido de los años

o que veas que la vida

no es una sucesión de citas postergadas.

 

(En: El telar de Penélope, 2008).

 


 

LA SOLEDAD

 

La soledad

es un precio muy alto

que hay que pagar

por haber osado

amar

aquello que fue inmóvil para el huracán

y que hoy tan solo es

húmedo viento

decidido a marcharse

siempre

en la dirección opuesta en la que vino.

 

(En: El telar de Penélope, 2008).

 


 

DESINTEGRACIÓN

 

Me he mecido como los bejucos perezosos

que en lugar de trepar

se dejan caer con la languidez de la muerte.

He extraviado identidad y nombre

he sido una sombra transparente

todo aquello a lo que pertenecía se ha borrado.

 

Desaparecer

de eso se trata conservar

solo la esencia despojarse

hasta chocar con un corazón abierto

expuesto y palpitante.

Que las moscas se posen sobre mis restos

que los zanates celebren un banquete en mi honor.

Ser entregada al fuego del sol

al embate de la ola

burlando así a la predestinación

a las arrugas

al polvo de los museos.

 

No caminar nunca más

perder mis piernas.

Que los charancacos altivos repten por mi pecho

se detengan a olisquear y continúen

su camino

como si mi cuello fuese

uno más de esos troncos

atrapados con delicia por los muslos de la tierra.

 

Que mi sangre se torne del añil del mar

y mis ojos

del verde de Yojoa.

Desprenderme de las últimas cruces

de las últimas sogas.

No necesitar ya más de la respiración

ni del oxígeno.

Que mis cabellos devengan plantas acuáticas

y llegada la hora

en un amanecer radiante

desaprendan la capacidad de flotar:

 

con suma lentitud me irán hundiendo

―hacia abajo, hacia abajo―

hacia ese fondo donde no se distingue el agua del limo

donde ni siquiera la luz podrá venir a rescatarme

en el límite del tiempo

en el extremo olvido.

Lago de Yojoa, Honduras, julio de 2022

(Inédito)

 


 

EL DORADO

 

Un pájaro cuyo nombre desconozco emite un gorgojeo

y después

como azuzado por un recuerdo urgente

sale volando de la rama.

 

Por encima de las picas de los soldados

escucho el tráfago del viento entre las lianas.

La punta de mi arcabuz oscila levemente con el oleaje.

Si tan solo un disparo pudiese romper este silencio

marcar el camino certero por las bifurcaciones

salvajes del Amazonas. Pero no, mi pregunta hiere:

 

cuántos quedaremos con vida

cuántos de los trescientos que salimos de la ciudad de Lima

regresaremos del viaje incauto

 

tantos han ungido ya con su sangre

las riberas de este río caníbal

tan solo obstáculos para su liquidez invicta

que no conoce piedad

dos bergantines y un fluctuar de balsas

trémulas miradas sobre la superficie.

 

Vosotras

columnas de follaje

hojas de esmeralda en ruinas

vosotras

que inclináis en una hondísima quietud vuestras ramas

bajo los cielos desprendidos que no alcanzamos a divisar

vosotras

torres caídas que se lamentan

astros vegetales que dibujáis quimeras en el aire

vosotras

pobres plantas hijas de otras constelaciones

atadas a esta tierra pestilente

demasiado húmeda maldita

nos atraéis hacia el horror

vuestros brazos abiertos nos invitan a compartir

un espantoso destino.

Cuando alcanzamos la orilla y vamos

apartando las flores de bruñidos estambres

 exhaláis

como única venganza

un dulce perfume.

 

El día oscurece

se desprende de su envoltura doliente

cada atardecer como un manto

insonoriza la vida

para dejar a su paso un leve susurro

que anega el cauce trenzado del río.

La luz del último sol refleja las aguas moribundas

filtra una niebla de mosquitos

se torna menos radiante

nos recuerda que

el hogar de los hombres nunca estará a los pies de este suelo

en esta estación indiferente que es

eterna y nunca se sacia.

 

Cuando se hace de noche

fingimos dormir abrazando nuestros cascos

pero empuñamos insomnes las ballestas.

Creemos alejar así las pesadillas

que se inmiscuyen en nuestras bocas

como peces calientes.

Pero ninguno saldrá ileso.

Enloquecidos perseguimos

un mapa de oro que no existe

estamos remontando

esta inmensidad sin objeto

este arañazo putrefacto de desierto

y sin embargo

naufragamos más cerca del vacío.

(En: Cartografía humana, inédito).

 


 

Margarita Leoz:  Nació en Pamplona en 1980.  Es licenciada en Filología Francesa por la Universidad de Salamanca (2002) y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Barcelona (2004).  Es autora del libro de poesía El telar de Penélope (ganador del Certamen de Encuentros de Jóvenes Artistas de Navarra en 2007, Editorial Calambur, 2008), de los libros de relatos Segunda residencia (Tropo Editores, 2011) y Flores fuera de estación (Seix Barral, 2019) y de la novela Punta Albatros (Seix Barral, 2022). Sus artículos y críticas literarias han aparecido en revistas como Cuadernos Hispanoamericanos, Revista 5W o Litoral. Algunos de sus cuentos han sido traducidos al inglés, al hebreo y al letón. Fue seleccionada para el proyecto «10 de 30» de la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo), que elige a los diez mejores escritores menores de cuarenta años para promover su obra en el ámbito internacional.

 

CURADURÍA: Yordan Arroyo (Costa Rica).