NO HAY PEOR CALUMNIA QUE LA VERDAD | AJKÖ KI No 2

NO HAY PEOR CALUMNIA QUE LA VERDAD | AJKÖ KI No 2

 

 

 

NO HAY PEOR CALUMNIA QUE LA VERDAD  

 

Por: José Antonio Olmedo López-Amor[1]

 

                                                                                                                      QUÉDATE CON TU BORGES (7)

1 él te ofrece el recuerdo de una flor amarilla (14)

2 vista al anochecer (7)

3 años antes que tú nacieras (9)

4 interesante puchas que interesante (12)

5 en cambio yo no te prometo nada (11)

6 ni dinero ni sexo ni poesía (12)

7 un yogur es lo + que podría ofrecerte (14)

 

Nicanor Parra

 

 

Nicanor Parra (1914-2018) fue un poeta chileno creador de la denominada «antipoesía». Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1969, fue candidato al Nobel en varias ocasiones. El texto seleccionado es un poema incluido en el libro Poemas y antipoemas (1954), libro fundacional en cuanto a que propuso con él una nueva forma de hacer poesía. Sus poemas se inscriben en la línea vanguardista, también posvanguardista, de carácter experimental, con rasgos científicos que a veces intenta mezclar con los procedimientos formales de creación. Su poética es crítica, todo lo cuestiona, es anticlerical, arremete contra la política, y junto a su posmodernismo analítico, también se encuentran poemas de corte ecológico, de amplitud popular y temas locales.

Parra se distinguió por democratizar la poesía, por darla a conocer a los estratos más bajos de la sociedad, y para ello, no dudó en recurrir a lo absurdo, a la cultura popular, el arte manifestado en las calles; así como una buena dosis de ironía y humor. Parra participó de las vanguardias de principios de siglo veinte, aquellas que pretendiendo acercar el público a las artes en desarrollo se complejizaron tanto, que consiguieron justamente lo contrario. El hecho literario se convirtió entonces casi en un laboratorio de experimentos, cada vez más extraños.

Parra influyó primero en la poesía hispanoamericana y después, en todo el mundo. El carácter revolucionario de sus propuestas poéticas encajaba a la perfección con los ideales del individuo que no se encontraba a sí mismo en un mundo industrializado y transformado por el auge del capitalismo. Este poema se compone únicamente de un título y siete versos (monoestrófico), es breve y en apariencia sencillo, pero pasemos a analizar algunas de sus dimensiones para desentrañar todo su valor y su mensaje.

El título del poema anticipa de manera catafórica el carácter dialogístico del texto. Parra se refiere al lector (apóstrofe) a través de un yo (hablante lírico) que se expresa en primera persona: «yo no te prometo» (v. 5); «que podría ofrecerte» (v. 7). Este rasgo es inclusivo con referencia al lector, dicha interpelación lo sumerge de lleno en el poema y, de alguna manera, lo hace participar. Sorprende que el texto carezca de letra mayúscula al principio del poema, así como también, que no se encuentren en él rasgos adsegmentales, la ausencia de todos estos signos ortográficos deviene en un encabalgamiento permanente, lo cual, demanda un lector activo (obra abierta) que participe del texto y decida dónde terminan y empiezan las proposiciones.

Este hecho, además de favorecer las elipsis e introducir al lector de manera inmersiva en la lectura, aumenta el extrañamiento, y con él, el tiempo de recepción de la obra; el lenguaje se vuelve recurrente y llama la atención sobre sí mismo. Tanto la renuncia a colocar signos ortográficos, como a prescindir de tipografía mayúscula, tienen su razón de ser en el principio de antipoema; es decir, la idea de transgredir la convención, huir de lo establecido y quebrantar las normas para ir en busca de algo nuevo. Pero esa condición de antipoema se consigue también mediante otros factores.

Hemos marcado a la derecha de los versos el número de sílabas que contienen. Así, podemos comprobar cómo el poema comienza y termina con sendos versos alejandrinos (14 sílabas), mientras los demás versos no parecen repetir ningún patrón rítmico a modo grupal. Estamos ante verso libre (anarquía coherente con el conjunto de ideas y proceder); sin embargo, el autor demuestra conocer la tradición métrica de armonías clásicas, utiliza de manera deliberada una combinación polimétrica que mezcla versos parisílabos e imparisílabos, algo que se sanciona en los manuales de poesía. Lo mismo ocurre con la rima, el poema carece de ella para separarse de la tradición más inmediata.

La mención a Borges del título (el imperativo `quédate´) y su alusión en los primeros versos: «él te ofrece» (v. 1) parece colocarse en contra de un culturalismo preciosista, una aspiración estética, que para Parra, Borges representa. Critica de alguna manera el afán dogmático de la literatura mercantilista, devenido de una sociedad opulenta a la que se induce desde el Estado a actitudes de consumo; y en contraposición, Parra, o su hablante lírico, dice no ofrecer nada parecido a cambio: «ni dinero ni sexo ni poesía» (v. 6). Es en el último verso donde aparece el objeto de consumo fabricado en serie: «un yogur es lo + que podría ofrecerte», donde ridiculiza a través del absurdo el hecho de comparar una obra literaria con un comestible de fabricación industrial.

El cuarto verso: «interesante puchas que interesante», funciona como el eje vertebrador que escinde la parte alusiva a Borges, o lo que su literatura propone, de la opinión del sujeto poemático y cuanto este ofrece (ley de oferta y demanda como metáfora de cómo funciona el mundo); pero además, la palabra `puchas´ hace referencia a las denominadas `natillas de pobres´, naturales de Salamanca, por lo que rompe completamente el tono del poema en su parte central y nos prepara para lo que vendrá después. La repetición de la palabra `interesante´ en el mismo verso, subraya el carácter socarrón de esta expresión, que debería ir precedida de un guion de diálogo.

Se trata, pues, —o por lo menos en apariencia— del trueque entre un bien inmaterial de alto valor y un producto comercial creado por la mercadotecnia. ¿Es posible establecer un baremo de igualdad en este absurdo intercambio? Una posible equivalencia entre el postre y el libro podría establecerse mediante la consideración del tiempo de creación invertido en ambas mercancías. Ambas cosas pueden venderse como productos en unos grandes almacenes; por lo tanto, ambas requieren de un trabajo previo para existir, que precisa de una inversión para generar un beneficio económico. Pero son tan diferentes —no solo en lo matérico— los objetos escogidos por Parra: (yogur (físico) vs. literatura (inmaterial)), que resulta casi imposible equipararlos; sin embargo, podrían igualarse en nuestra percepción del deseo.

Entre el bien inmaterial borgeano y el producto de primera necesidad, Parra nos recomienda en su título que escojamos el primero. En apariencia, nos parece estar ante una contradicción: un intrascendente yogur es lo que ofrece el protagonista del poema y, lejos de persuadir al lector para que piense como él (tónica dominante en la literatura occidental), Parra nos invita a lo contrario. Y es que de eso se trata el antipoema.

La oferta sublime de la literatura borgeana es ridiculizada por el tono burlón del poema. El desenlace es cómico; la aspiración a la belleza insinuada en el texto es sustituida por el placer de reír: algo que podría hacernos pensar que la flor amarilla[2] de Borges (intertextualidad con el poema de Borges titulado “Una rosa amarilla”, donde esta simboliza lo eterno) es algo banal o kitsch. La contraoferta del yogur es algo del todo impredecible, no se puede deducir de lo leído con anterioridad. La flor, que es el símbolo por excelencia de amor entre los amantes (aquí, por supuesto, desacralizado), se convierte en un pueril yogur que adquiere una dimensión romántica. La antinomia de ambos elementos poemáticos cristaliza en un extrañamiento que termina en comedia, y ese es el principal objetivo de Parra, desautomatizar el texto, las convenciones y las connotaciones que el lector pueda extraer de él.

La utilización del signo (+) en el último verso, añade más coherencia a esta aspiración desactivadora de lo canónico. Este símbolo matemático de adición aparece justo en la palabra final del hemistiquio que separa al otro por la cesura. Su connotación puede interpretarse también con relación a la cruz, símbolo de la religión católica, por lo que el hecho de proponer cambiar de ideología al lector también pueda interpretarse como algo dogmático.

La relación entre el título y el primer verso también puede considerarse consecutiva; es decir, el título no sería un elemento exterior al poema, pues gramaticalmente ambos adquieren su sentido en lo continuo de la lectura.

Parra no pretende ser lírico con su poema, se aleja de esa pretensión y se instala como dramaturgo, pues presenta a un personaje que interpela a otro en una suerte de diálogo. La flor amarilla representa la distracción, el arte por el arte, aquello contra lo que el autor quiere luchar y; sin embargo, su arma es un yogur: «ni dinero ni sexo ni poesía», cosas aparentemente más deseables, las dos primeras, de fácil atribución a la sociedad monetarizada, con las que sin duda se convencería mucho más rápido a alguien. Al código lingüístico se suma un símbolo matemático que podemos asociar con el tener, pero el hecho de que aparezca la palabra `tu´ en el título del poema, nos hace pensar en que la propuesta borgeana es solo una de todas las que puede ofrecer.

 Quedarnos con una llamativa flor amarilla puede traducirse como el laudo de alguien superficial, alguien materialista, así que la grandeza del poema recae en que también puede interpretarse como una gran ironía, y lo que verdaderamente quiere Parra es que no cambiemos lo material por lo inmaterial, no es que el yogur nos distraiga de lo benéfico de la literatura, es que el yogur es el demonio (producto del mercado), aquello que destruye el mundo e infecta nuestras mentes.

`Él´ (alusión a Borges) aparece en el primer verso, `yo´ (hablante lírico), en el quinto, sin duda son palabras importantes junto a, por supuesto, `flor amarilla´ y `yogur´. El tercer verso: «años antes que tú nacieras» es utilizado de dos formas: como prueba de que nos dejamos seducir por cosas ya obsoletas, lejanas en el tiempo y que poco tienen que ver con nuestro yo y las necesidades actuales; y también como ridiculización de un hecho que en la ficción borgeana se da de manera recursiva: los viajes en el tiempo. En muchas narraciones de Borges el personaje principal termina donde empieza (ruinas circulares), por lo que ante la imposibilidad de este hecho en el mundo real, el sujeto lírico conviene en que un yogur (medible, pesable, palpable) es más valioso (y real) que toda su literatura (universo figurativo). Esta idea mete de lleno al lector en la necesidad de ser realista y reaccionar ante los problemas verdaderos que acucian a la sociedad.

En conclusión, Parra maneja con habilidad una diversa gama de recursos literarios para cohesionar y dar coherencia a su aspiración al antipoema. Desde el léxico escogido, completamente sencillo y entendible, a su tono coloquial, su irreverencia formal (ausencia de signos ortográficos, mayúsculas, ausencia de punto final, aparición de signos matemáticos), cada rasgo contribuye a perder de vista la meta estética y a desactivar el orden establecido en la convención de lo que entendemos por poema.

En este sentido, el cariz humorístico representado por el cuarto verso y la elección del yogur como elemento actorial, sustitutivo de la literatura como bien inmaterial, ayudan a desmitificar códigos y símbolos, algo necesario si, como Parra pretende, se aspira a reconfigurar el hecho literario y su comprensión sobre él. Este poema actúa a modo de un ready made (objeto manufacturado en serie que es la metáfora de la estandarización que lleva a cabo de manera subliminal la cultura de masas) dadaísta; a través de elementos conocidos somos introducidos en lo desconocido, en una sensación del absurdo que nos insta a redefinir nuestra escala de valores.

Queda traslucida a la perfección tanto la idiosincrasia mercantilista de la sociedad, como lo absurdo de cambiar lo trascendente por lo intrascendente. Por extraño que parezca, mediante la asociación libre e irracional, Parra nos habla de manera efectiva de lo racional. La libertad expresiva no coarta la comunicación. La ruptura de la lógica abre el diálogo a más interpretaciones. El antipoema queda construido con elementos de apariencia no lírica, pero nada más lejos de la realidad, nos conduce con estratégica serenidad a un jardín en el que sin duda esplende la verdadera poesía.

 


 

NOTAS 

 

[1]          Escritor, crítico literario, poeta y editor nacido en Valencia en 1977. Cursa Estudios Hispánicos, Lengua Española y sus Literaturas en la Universidad de Valencia. Es codirector de la revista literaria Crátera. Miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional. Ha publicado libros de poesía como El testamento de la rosa (Finalista del VI Premio Nacional Juan Calderón Matador, 2014), La soledad encendida (2015), Maldito y bienamado bibelot (II Premio Nacional de Poesía Isabel Agüera Ciudad Villa del Río, 2017), Nubes rojizas (2019) o Actos sucesivos (III Premio Nacional de Poesía Ateneo Mercantil, 2020).

En 2017 publicó su libro de ensayo y crítica Polifonía de lo inmanente. Apuntes sobre poesía española contemporánea (2010-2017). En breve, verá la luz El monstruo en el camerino, su primer libro de aforismos, en Ediciones Trea y ha aparecido en antologías como 11 aforistas a contrapié (Ediciones Liliputienses, 2020).

 

[2] La flor amarilla era un presagio de buena suerte para Gabriel García Márquez y así mismo se titula un relato de Julio Cortázar en el que habla también de la eternidad y lo efímero. Por tanto, las intertextualidades son muchas y la oposición eternidad (rosa) / efímero (yogur) está más que clara.